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You cry yourself to sleep tonight || Luxx

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Mensaje por Åke Y. Söderström Dom Jul 15, 2012 10:01 am

Una noche larga, quizá no era tan tarde como otros días pero habían sucedido muchas cosas y era imposible pensar que apenas habían transcurrido unas cuantas horas. Otros días me quedaba en el Velvet hasta tarde, hasta bien entrada la noche y otros tantos hasta la madrugada. A veces por acabar en algún privado o en los cuartos temáticos, otros simplemente por buscar una larga charla con Luxx, de esas que conseguían distraerme de cualquier problema que pudiera tener. Ella siempre tenía un consejo guardado, perfecto para cada situación, no sabía si era simplemente una percepción mía o es que realmente era así con todo el mundo. Era difícil eso, tratar cada día con decenas de clientes, servir centenares de copas y recordar nombres, trabajos, problemas... de cada uno de los que pasamos horas con el culo pegado al taburete hablando con ella. Nunca había visto un mal gesto por su parte, una cara de aburrimiento ante nadie, daba igual clase y condición, edad, hasta con aquellos que le habían echado los trastos ponía una sonrisa e intentaba solventar la situación de la mejor manera posible. Eso era en cierta parte lo que me había hecho confiar en ella desde el principio, esa capacidad para manejarse entre las gente, esa habilidad para responder los problemas de otros era de admirar.

El camino hasta mi casa no se hizo largo, la voz de Luxx rompía de vez en cuando el sonido de las notas que salían de la radio, esa música tranquila que había puesto en el reproductor. Sin apenas darnos cuenta la ciudad quedó atrás y nosotros estábamos dentro de un coche rodeados de oscuridad, con la única iluminación de los potentes faros de xenon sobre la carretera solitaria. La zona en la que se encontraba mi casa no era demasiado transitada, era un pequeño núcleo de unas diez casas grandes, con su jardín, todas diferentes y con diseños de estilos distintos. Cuando llegamos al camino que se dirigía hasta la casa que había comprado años atrás junto a Heljä apagué la música. –Es esa de ahí. -Dije quitando una mano del volante y señalando el edificio de líneas rectas, cogí el mando autómatico y pulsé el botón azul a la espera de que las puertas se abrieran. Hacía tiempo que nadie venía allí, hacia tiempo que esa casa era un santuario personal que sólo escuchaba mi voz entre sus muros, mis pisadas, mi respiración, mis gritos y los ladridos de los dos cachorros. Nada más. Luxx iba a acabar con aquello, era como abrir las puertas de un búnker secreto que había estado años sin ver los rayos del sol. A pesar de eso, la sensación que tenía no era la de sentirme invadido sino la de estar aliviado, como si mi propio hogar se hubiera vuelto una carga que no era capaz de soportar solo.

El motor del coche se detuvo dentro del garaje. -Mañana te enseñaré la casa entera. Ahora tendré que preparar la habitación.- Salí del coche y esperé a que Luxx me acompañara hasta la entrada a la casa. El frío había convertido en hielo los brotes de césped y el vaho salió de mi boca, con el avance de la noche el Antes de girar el pomo ya escuchaba cuatro patas salvajes rascando por debajo de la puerta.- Te estaban esperando al parecer. -Sonreí mientras abría y aquellos cachorros peleones se echaban sobre nosotros. Cogí a cada uno bajo un brazo y los llevé hasta su sitio, un par de camas para cada uno en una caseta de madera que había construido al lado de la cocina. -Venga, sí, yo también estoy contento de veros. Quieto, Fenrir. -Dije mientras me lanzaba un lametazo a la mejilla. Cuando dejé a los cachorros volví junto a Luxx. -Y bueno... Bienvenida a la casa Söderström. ¿Qué te parece? -Miré el comedor bajo las tenues luces. Ella ahora sabía quién era yo, dónde vivía, empezaba a conocer mi vida, la real. Ahora ya había pocas cosas que podía ocultarle, de hecho había sido más sincero con ella que con cualquier otra persona. Había bajado la guadia y ya era tarde.

-Venga, vamos arriba tendré que buscarte sábanas. Soy muy mal anfitrión, perdona, hace tiempo que no se pasa alguien por aquí. -Las noches de hastío eran largas en soledad, por eso el Velvet a pesar de ser trabajo había resultado una buena opción para distraerme y también se había convertido en una rutina, algo imprescindible. Subí las escaleras de madera que llevaban al primer piso, mientras me quitaba el abrigo.- Esa es mi habitación.-Dije abriendo un poco la puerta para entrar y dejar el abrigo sobre un pequeño sillón de cuero marrón oscuro. -Sígueme. -Dije saliendo al pasillo de nuevo y caminando hasta la habitación del final del pasillo. Apoyé una mano en su cintura, caminando junto a ella. -Esta es. -Pasé encendiendo la luz y vi la habitación, allí nunca había dormido nadie.
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Mensaje por Luxx A. Afrodakis Miér Ago 01, 2012 6:08 pm

El trayecto hacía la casa de Åke se le antojó más rápido de lo que se podía imaginar. No sabía si era porque la música ambiental que sonaba dentro del coche la hacía dejarse llevar, perdiendo la noción de tiempo – espacio, o si la charla que tenía con el moreno lograba distraerla lo suficiente. Lo cierto era que ya habían abandonado el centro de Helsinki, y estaban entrando en la zona residencial, donde se encontraban las mejores casas y posiblemente donde vivía la gente más adinerada de la capital finlandesa. Miró distraídamente a través de la ventanilla y no pudo evitar imaginar a familias con niños y mascotas, jugando en la acera, conversando con vecinos y haciendo actividades deportivas. Situaciones que podían hacer únicamente la gente de los suburbios. ¿Habría sido así la vida de Åke con su esposa? ¿Hubiera formado parte de las estadística de familias con niños pequeños, mascotas y aburridas charlas climatológicas con vecinos metidos? Mordió su labio inferior, conteniendo aquella pregunta tan fuera de lugar, e intento pensar en otra cosa. Sí había algo que había aprendido en la relación de amistad que compartía con él, era que lo mejor que podía hacer era no preguntar acerca de su pasado. Sabía que era demasiado doloroso, y en sus ojos aún podía ver aquel atisbo de sufrimiento que intentaba esconder inútilmente. Enredó su dedo índice con uno de sus largos y suaves cabellos castaños, sin quitar la vista del exterior. Tenía curiosidad de ver el refugio de su amigo. De saber si aún no podía despegarse de su pasado o estaba haciendo el intento de hacerlo.

La voz de Åke, rompió con sus ensoñaciones, acomodándose mejor en el asiento, echada un poco para adelante, y siguiendo con su mirada, la mano que señalaba el hogar de él. Vaya. Aquella casa mostraba en su estructura la alta posición de los Söderström. La edificación destilaba modernidad y estilo, además de que tenía un gusto muy exquisito. Sus ojos se abrieron asombrados, y su expresión se mostró sorprendida al ver el hogar de él. Le gustaba. Por lo menos lo que podía en ese momento. - Me gustan los vidrios – murmuró más para sí como para su acompañante, imaginándose una casa rebosante de luz natural. Tal como le gustaba a ella. Siguieron con su trayecto hasta llegar a un amplio garaje, que se encontraba a uno de los costados derechos; y una sonrisa divertida se plasmó en su rostro cuando escuchó el comentario de su amigo – No te preocupes. Si a simple vista se ve genial, adentro me puedo dar la idea de que es fantástica – río entre dientes, mientras se desabrochaba su cinturón de seguridad, buscando su bolso y su abrigo que descasaba en su regazo - ¿Necesitas ayuda con la habitación? - preguntó luego, abriendo la puerta del coche, y bajando de él, cerrando suavemente tras de sí – Ya sabes, poner sábanas y esas cosas – hace un gesto, intentando hacer desaparecer la sensación de estar molestando en la casa de Åke. Rodeó el auto rápidamente, colgando su bolso al hombro, y dejándose guiar por el moreno hacía la entrada de la casa. No pudo evitar abrazarse a sí misma, y tiritar suavemente cuando el frío coló su cuerpo de forma cruel Se estaba mejor en el automóvil con la calefacción al máximo. Pero bueno. No tardarían en entrar a la casa.

- Cuida mis tobillos –
fue la respuesta de Luxx, antes de soltar una divertida carcajada cuando escuchó el rascar de aquellos cachorros. No puedo agregar nada más porque justo en aquel instante Åke abrió la puerta de su casa, y dos animales se abalanzaron sobre ellos dos. Uno de ellos corrió directamente hacía ella, subiendo sus dos patas a sus piernas, lo que hizo que inevitablemente sonriera con ternura, observándolo – Vaya, ¿hoy no quieres comerme? - le preguntó, inclinándose levemente, para acariciarle con cuidado su cabeza, sintiendo las lengüetadas del cachorro en la palma de su mano provocándole cosquillas – Debo admitir que sos un encanto. Pero no te la creas demasiado – le habló en un susurró divertido, acariciándolo de nuevo antes de que Åke lo levantara y se lo llevara hasta donde seguramente tendrían sus camas. La morena se quedo esperando en el living, aprovechando para mirar a su alrededor, y disfrutar del decorado. Podía darse cuenta que esa casa estaba construida para dos personas. El detective seguramente se sentiría muy solo allí, y no pudo evitar sentirse mal por él. No estaba tan lleno de fotografías como se lo había imaginado en algún momento, pero podía distinguir un par de cuadros en dónde aparecía Åke en compañía de varias personas, entre ellas una mujer rubia que, a juzgar por la forma en que si miraban, podía imaginar que se trataba de la esposa de él. Y fue en ese momento en que se sintió una intrusa. Como si no tuviera que estar ahí. Como si estuviera haciendo algo malo. Miro a su alrededor, mordiendo su labio inferior, odiando sentirse tan insegura, y preguntándose si pasaban taxis por la zona. ¡Oh, maldición Luxx, dejálo ya!. No seas cobarde.

- ¿Eh? ¡Ah, sí! Tu hogar... - Se sobresalto, maldiciéndose a sí misma por haberse distraído de esa manera... Ahora ¿Cómo se halagaba el hogar de un viudo? – Pues... es muy linda Åke. Se ve... acogedora. Me gusta. Fantástica – Alto. Muchas adulaciones. No podía preguntarle quién había echo la decoración y eso. Estaba arriesgando a que Åke recordara cosas del pasado que seguramente no quería hacer. Pero era sincera con esos halagos. El día en que deseara vivir en una casa en los suburbios lo haría en una parecida a esa. En un futuro lejano. Muy lejano. - De verdad, no te preocupes. La culpa es mía porque no me esperabas aquí hoy – sonrío, sintiéndose algo intrusa de nuevo, mientras se colgaba mejor su bolso al hombro y lo seguía escaleras arriba, admirando los cuadros artísticos que estaban colgados en el pasillo. Hicieron una primera parada en la primera puerta, asintiendo cuando él le mencionó que era su habitación. Su santuario seguramente. No alcanzó a ver demasiado, porque tampoco quiso parecer demasiado metida, por lo que ojeó distraídamente su interior, alcanzando a divisar el final de una cama y un sillón, para luego seguir el camino hasta toparse con la habitación que quedaba al fondo del pasillo. Sintió una mano de Åke sobre su cintura, y la griega desvió unos segundos la mirada hacía él, justo en el instante en que prendía la luz. Entró enseguida, detrás del moreno, y una sonrisa nostálgica brotó de sus labios. Era demasiado obvio que aquella decoración había estado a manos de una mujer. Todo exquisitamente combinado. Colores, muebles... todo – Me gusta mucho. Creo que pasare una buena noche - En un movimiento inconsciente dejo el bolso y el abrigo a un costado, sobre un pequeño mueble que había lado de la puerta, entrando y observando todo. Curiosa.
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Mensaje por Åke Y. Söderström Miér Ago 08, 2012 10:33 am

Después de tanto tiempo alguien en casa, alguien iba a dormir allí. Soledad, adiós. No iba a estar solo en aquella casa que a veces se me antojaba fría, esa misma que otros días había sido más cálida de lo habitual. Esa donde el recuerdo de Heljä me dolía en cada pared, en cada una de esas fotos que tenía guardadas en el cajón de la mesita de noche y que miraba cuando en medio de la noche acaba despertando, soñando con ella, y me parecía escuchar su voz en el pasillo. Fantasías, puras fantasías que eran más crueles que la propia realidad. Había intentado borrar recuerdos, poco a poco, mantenerla presente intentando que dejara de doler el hecho de encontrarme sus ojos azules en sueños. Me gustaba ver a Luxx, el verla con los cachorros, el verla allí, pisando el suelo de mi hogar, con sus curiosos ojos echando un vistazo a todo cuanto había a su alcance. -No son tan malos como dices.

Ya frente a la habitación la miré fijamente, negando con suavidad.- Nada de eso, eres mi invitada, no voy a consentir que hagas ni el más mínimo esfuerzo, Luxx. -La miré, pasando al cuarto, buscando en el armario las sábanas, un armario de color claro que habíamos comprado en Ikea y que había costado día y medio de montar porque no conseguía aclararme con las instrucciones. Cuando lo cogí me puse a hacer la cama.- Gracias, por todo. -Y en aquello incluía mucho más de lo que pudiera imaginar. Gracias por estar allí, gracias por quedarse a mi lado, gracias por hacerme caso y no haber dudado de mí y gracias por haber entendido sin problemas lo que yo era realmente. El hecho de haberle ocultado mi verdadera identidad, el trabajo, lo que hacía allí en el Velvet, todo podía haber hecho que nuestra amistad se rompiera como un vaso de cristal al caer contra el suelo, en mil pedazos, a cada cual más alejado.

-Si necesitas cualquiera cosa, y si prefieres investigar por tu cuenta tienes permiso. -Sonreí, acabando de alisar las sábanas antes de acercarme a ella y dejar un beso en su mejilla. -Y no pienses que molestas, porque no es así, ¿entendido? -Le dije dando un pequeño toque con el índice sobre su clavícula. La conocía, su orgullo, no me diría nada por mucho que lo necesitara con tal de no despertarme, pero no tenía razón. No me importaba y estaba allí porque la había invitado yo, buscando que no pasara una noche importante en la soledad de su casa, tal vez buscando ser su protector a pesar de que ella no quisiera. Mis preguntas habían hecho que ella sacara a la luz un tema del que le resultaba difícil hablar, algo que como había podido comprobar la atormentaba de verdad. Una de esas cosas que nunca me había contado, como supongo tantas otras que guardaba para ella.

Sonreí ligeramente, viendo cómo Luxx lo miraba todo.- Estoy seguro de que podrás descansar. Estás en tu casa. -Cierto, totalmente, a partir de ese momento podía venir cuando quisiera, sin que avisara si no lo creía necesario. Encontrarla tras la puerta sin esperarlo sería una buena sorpresa, verla esperando sobre la alfombra de la entrada, de tono oscuro. Encontrarme con sus ojos claros y su sonrisa clara. Sin duda sólo pensar en eso me alegraba. -Voy a ponerme el pijama. Luego vuelvo por si te hace falta cualquier cosa. -Caminé de nuevo hasta mi habitación, sintiendo el rastro de perfume de la chica en el pasilo. Era extraño, no estaba solo, y podía notarlo, podía sentir que aquellos muros eran más livianos que otros días. Cogí los pantalones largos de tela que usaba para el invierno y me metí en el cuarto de baño de la habitación de matrimonio. Me lavé la cara y me vi frente al espejo, cansado y extrañamente contento. Me lavé los dientes, sintiendo el frescor de la menta contra las encías. La ropa a la cesta de la ropa sucia y de vuelta al cuarto cogí una camiseta de manga corta para ponérmela por encima. Me asomé al pasillo.- ¿Estás visible, Luxx?-Por si acaso, no quería incomodarla antes de tiempo.
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Mensaje por Luxx A. Afrodakis Miér Sep 19, 2012 2:01 am

Algo en su interior le decía que al otro día estaría demasiado arrepentida. Que no tendría que haber aceptado aquella invitación, y que se tendría que haber quedado en su casa en compañía de su saxo. Pero ahora era demasiado tarde para huir. Y por más que hubiese tenido la oportunidad, no lo habría echo, porque sería un golpe demasiado bajo para su orgullo y dignidad. Escapar como una cobarde en el medio de la noche. Demasiado había sido ya aquello que estaba pasando ahora. Luxx tiene miedo. Deslizó sus largos y blancos dedos por su suave melena castaña, tirando el cabello hacía atrás, mientras intentaba mostrarse tranquila. Ya podría desesperarse cuando estuviera en la soledad de aquel cuarto, ocupando aquella inmensa cama que se encontraba en el medio del dormitorio, protegida por las suaves sábanas que la envolverían en un cálido abrazo. Cómo Åke le había dicho que no era necesario que le ayudara, se sentó en una pequeña banqueta que había a un costado de la habitación, observando atentamente cada uno de los pasos que daba su amigo, como si buscara memorizar algo en especial. ¿Cuándo habría sido la última vez que recibió visitas? ¿Quién habría sido el último ocupante de aquella cama? Entrelazó sus dedos, dejándolos descasar sobre su falda, borrando automáticamente las preguntas de su cabeza. Por más que le resultara un esfuerzo sobrehumano, lo mejor sería ocultar su curiosidad. Por lo menos hasta la hora desayuno. Seguramente en ese momento lo acribillaría a preguntas. Sonrío internamente, observando a Åke hacer la cama con movimientos rápidos y ágiles. Sí. Sería un buen momento para sacarse todas sus dudas. - No tienes que darme las gracias. - contestó suavemente, humedeciendo sus labios algo resecos, sin dejar de dedicarle una pequeña sonrisa - Gracias debo darte a ti. Por tu confianza más que nada. - Y es que no era fácil confesar a una desconocida quién era realmente - Ahora más que nunca te mereces el título de James Bond - suelta una risa risueña y cantarina, que rompe todo hilo de tensión, o de pensamientos tristes y grises. La noche estaba demasiado oscura, como para sentir ese tipo de cosas.

Aquellas palabras de Åke sonaron en su interior, una y otra vez. Le estaba dando vía libre para andar a su antojo, rompiendo y descubriendo todo secreto que podría esconder aquella gran casa que se encontraba en las afueras de Helsinki. Además de sentirlo como una gran oportunidad de saciar su gran curiosidad, también lo veía como una responsabilidad demásiado enorme. "Investigar" por su cuenta, sería lo más parecido a desnudar el interior del moreno por completo. Ver y sentir cosas que seguramente nadie más, en un largo tiempo, había echo. Tenía que respetarlo. Tendría aquel permiso, y en su interior agradecía nuevamente tal grado de confianza, pero prefería que lo hicieran juntos. Y que fuera Åke quien estuviera decidido a mostrarle su vida. - Gracias, pero estoy demasiado cansanda. Creo que me dormiré apenas apoye mi cabeza sobre la almohada - sonrío débilmente, dejándose besar en la mejilla, sintiendo un extraños cosquilleo en sus rodillas. Que no me fallen pensó en su interior, con la idea de que sería demasiado embarazoso que sucediera algo así. Demasiado raro, porque nunca le había pasado algo similar. Debe ser el cansancio. Sí, el cansancio. Se convenció, mientras aprovechaba para ahogar un pequeño bostezó con su mano derecha - Vale, vale, prometo pensar que no molestaré, que soy una gran bienvenida, y que mañana festejarás que me he quedado aquí con un gran pastel de chocolate. - ríe de nuevo, un poco más alegre - Aunque ahora que lo pienso, lo del pastel no es taaaaan mala opción - bromea, guiñándole un ojo, y pellizcándole suavemente una mejilla. Lo sucedido en el Velvet, y las confesiones que se habían echo mutuamente, ya parecían algo realmente lejano, como si hubiera pasado varios días atrás. Solo esperaba que cuando estuviera sola en aquel lugar siguiera sintiendo lo mismo. No quería por nada del mundo que las pesadillas la invadieran de nuevo, y menos en aquel lugar.

- Anda, ve a cambiarte sin problemas -
contestó sonriendo de lado, y observándolo como desaparecía por la puerta, dejándola entreabierta. Bueno. Tendría unos momentos para cambiarse. Y ¡gracias a Zeus! que llevaba siempre su cepillo de dientes. Tomó su bolso y se metió en el baño que estaba contiguo. Allí se lavó el rostro, suspirando al ver las ojeras que enmarcaban su cara. Ahogando otro suspiro, comenzó a cepillarse sus dientes, mientras mentalmente repasaba una canción que había escuchado en el Velvet antes de irse. Minutos después, se enjuagó, disfrutando del sabor a menta en su boca, y procedió a desvestirse. Siempre llevaba unos pantaloncillos en su bolso. Era normal que luego del trabajo se fuera de fiesta y se quedara a dormir en alguna casa de su amiga. Sería un piyama improvisado, pero serviría para pasar la noche. Se acomodo su cabello, en una coleta a medio anudar, y salió del baño, dejando el bolso sobre el taburete a medio cerrar. Un espejo de cuerpo entero adornaba una pared de la habitación, y una griega de aspecto cansado, vistiendo unos pequeños pantaloncillos negros y una camiseta a tirilllas le devolvía la mirada en una actitud casi indefensa. Con sueño - ¡Sí Åke, ven! - contestó a su llamado, utilizando el mismo tono de voz, mientras daba media vuelta sobre los talones, y se dirigía a la cama para tirarse sobre ella de forma casi teatral, hundiendose en aquel mullido colchón. No tardaría en dormirse. Era lo más probable.
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Mensaje por Åke Y. Söderström Jue Sep 27, 2012 1:03 pm

Habían pasado muchas cosas, demasiadas o puede que en realidad no fueran tantas y simplemente fuera una sensación, esas sensaciones que tiene uno sobre algo en concreto y que muchas veces no son más que un error. Humanos, y por ello, equivocándonos la mayor parte del tiempo. Tropezando piedra a piedra hasta encontrar un camino llano, aunque no siempre llega, aunque a veces encontrarlo cueste más de lo esperado. La vida se me había presentado del revés muchas veces, había tenido una infancia difícil y sin embargo la recordaba como una buena época. Mi abuelo era el culpable de que hubiera acabado siendo casi una persona normal. Después llego lo bueno, llegó Heljä, y después... De nuevo un golpe. Es tan fácil caer, tanto que sólo puede apreciarse cuando ya te has levantado, mirar atrás y decir ese fui yo y no pude darme cuenta de las cosas a tiempo. No supe mirar hacia el futuro esperando algo mejor, intentando que la vida volviera a su cauce. Tal vez por miedo, por culpabilidad, por pensar que a ella le haría daño saber que podía continuar aunque no estuviera a mi lado. Era doloroso, pero prefería que ella siempre formara parte de mi recuerdo, de una forma u otra. Lo necesitaba.

Agradecía la compañía de Luxx aquella noche, y ma´s después de que supiera todo aquello, después de que conociera al Detective Söderström, al verdadero Bond. No era una simple caricatura, un agente oculto en un burdel de lujo. Haciéndome pasar por cliente VIP, intentando pasar desapercibido aunque muchas veces no lo había conseguido. Algunas decisiones, algunas cosas que había hecho me habían puesto en el punto de mira. Ahora trataba de estar más calmado, de volver a centrarme en lo importante, de intentar que la misión siguiera hacia delante. Pastel de chocolate, probablemente tendría una sorpresa para desayunar, probablemente.

Cuando volví a la habitación y su voz me permitió el paso la observé, mirándome unos segundos en el espejo al pasar. La cara lo decía todo, cansancio, agotamiento. Una par de ojeras oscuras demacraban el rostro, con ese aspecto, ¿a quién pretendía engañar? Ni las chicas del Velvet se acercarían para intentar ganar un poco de dinero a mi costa. Vi a Luxx dejarse caer en la cama, parecía estar bien, a pesar de todo, de su resistencia a ocupar una de las habitaciones. No molestaba, al contrario, me hacía compañía y eso era algo que necesitaba desde hacía tiempo. Me crucé con sus ojos unos segundos mientras caminaba hasta el borde de su nueva cama. Tal vez fuera ella quien tenía que hacerme salir del abismo, sacarme y dejarme ver la luz. Hacer que dejara atrás esa caverna platónica para ver con una nueva perspectiva el mundo real, hacer que el recuerdo se mantuviera pero supiera mirar hacia el futuro sin perder lo que tenía. -Me gusta que estés cómoda, y recuerda, esta es tu casa. -Le sonreí, acaricié el nórdico con la palma de la mano, algo distraído. Quizá esperaba algo, quizá había insistido en traerla a casa por algo más. Ese algo que pugnaba por salir, ese algo que sentía a flor de piel con sólo tenerla cerca.

Respiré hondo, dejando que la mano viajara por su cabello enredándose un poco en sus mechones de forma cariñosa. Y no miento si digo que inspiraba más de una sensación en mí, si digo que hacía que mi conciencia se removiera, que Helj¨ä estuviera un poco más lejos si la tenía a ella, si hablaba conmigo, si me sonreía. Otra vez a sentirse como un niño, intentando esconder sentimientos que habían aflorado hacía tiempo. Me quedé callado, como en esas situaciones en las que no sabes qué hacer porque no estás seguro de lo que puede pasar, exactamente esa situación.
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Mensaje por Luxx A. Afrodakis Vie Sep 28, 2012 4:02 pm

Había que ser ciego para no ver lo inevitable. Aquella gran casa, en dónde solo vivía el moreno con sus perros estaba atestada de recuerdos. Recuerdos que su amigo aún no podía borrar. Recuerdos que simplemente yacían allí. Latentes. Tan frescos, que cualquier podría imaginarse que fue por una situación que paso solo días atrás, y no en años como una vez Ake le había comentado alguna vez. Hasta en la mirada cansada y demacrada de él, se podían observar todos los rastros de dolor que representaba la gran pérdida que había sufrido. Heljä Söderström había sido, tal vez, la mujer más amada por un hombre en la faz de la tierra. Solo había que ver todo lo que escondía aquella casa, y como se comportaba el detective para darse cuenta. Por alguna extraña razón, Luxx sentía que Ake debía tener esos recuerdos bien vivos para poder seguir adelante. Y extrañamente eso la hizo sentir peor de lo que ya estaba. Como si su corazón se estrujara, haciéndose pequeño. Sus ojos se cerraron, y su nariz aspiró el olor a sábana limpia. Debía dejar de pensar en ello. La griega era capaz de decirle que quería ayudarlo de alguna forma. Que aquella pesada mochila que estaba llevando a sus espaldas, fuese compartida. Alivianarle la gran carga que llevaba. Pero no se animaba a decir nada. Algo le decía que no era el momento ni el lugar adecuado.

Su cuerpo se acomodo automáticamente sobre la cama, quedando boca abajo, con sus manos debajo de la almohada, y su cabeza apoyada a esta, mirando para el lado de la puerta de salida. Fue por eso que no tardo en vez a Ake aparecer de nuevo en la habitación, vistiendo su ahora ropa de dormir. Su rostro dejaba notar el cansancio que sentía. Un cansancio que no era debido solamente a un día largo; sino que venía de tiempo atrás. Soltó un leve suspiro, y se corrió un poco a un costado de esa gran cama, sin dejar de mirarlo – Ven. Recuestate un momento conmigo – le sonrío de lado; sin atisbo de segundas intenciones en su tono de voz. Quería acompañarlo, estar con él. Ayudarlo. – Es imposible no estar cómoda en esta cama – una pequeña y burbujeante risa brotó de sus labios, sonriéndole; para luego acomodarse mejor, y ponerse de costado, observándolo mejor. La mano del moreno acariciaba suavemente la piel de Luxx, logrando que su cuerpo estremeciera ante ese contacto. Era una sensación rara, pero no quería dejar de sentirla. Sus ojos se cerraron por unos breves minutos, mezcla de sueño y de aquellos estremecimientos que la hacían sentir bien. Cuidada. Protegida. Los monstruos de sus pesadillas no aparecerían aquella noche. No lograrían encontrarla.

Aquella noche transcurría lenta y perezosa, como si las manecillas del reloj no tuvieran ganas de andar. Había perdido la noción del tiempo, no podía decir, ni siquiera, la hora que era. Solo sabía que se encontraba en una habitación de huéspedes, y que Ake acariciaba su cabellera, arrancando pequeños estremecimientos en cada rincón de su cuerpo. Sus ojos estaban fijos en los de él, intentando descubrir que había más allá de ellos. Levantó una de sus manos, lentamente, y con delicadeza, la entrelazó con la suya, humedeciendo apenas un poco, sus labios para poder hablar con él - ¿Te encuentras bien? – preguntó, a sabiendas que aquella simple cuestión, iba mucho más allá. Más profunda de lo que realmente debía ser. Estaba preocupada. No lo podía negar. Y no podría terminar con aquella preocupación, hasta que Ake le sonriera de forma genuina, y con sus ojos limpios, sin rastros de amargura, tristeza o pérdida. Y algo dentro suyo le decía que eso iba a ser imposible.
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Mensaje por Åke Y. Söderström Lun Oct 08, 2012 6:36 pm

Me gustaba que pudiera sentirse cómoda en aquel lugar, en ese sitio que nos había pertenecido a Heljä y a mí, en esa casa que se había construido expresamente para nosotros dos y que ahora era una pirámide sin faraones, un lugar que había perdido su esplendor. La esfinge a la que se le había caído su estilizada y recta nariz, el Coliseo que había perdido la mitad de su bancada, las biblioteca de Alejandría destruida en un incendio. Como cualquiera de esos refugios, esas obras de arte venidas a menos, a las que había que imaginar en sus buenos tiempos para ver su grandeza al completo. Sonreí un poco dejándome caer a su lado, observándola unos segundos antes de obligar a mis ojos a mirar fijamente el blanco techo de la habitación de invitados. Algo que me distrajera y evitara que me perdiera en el azul claro de sus ojos, algo que evitara que allí mismo me viera tragado por la marea, porque podría conmigo porque sería como un tsunami de grandes olas arrastrándome contra las rocas, y me desmontaría por completo, y de esa no podría salir. No sin estar más herido de lo que ya estaba. Temor, miedo, nervios, demasiadas emociones mezcladas en un momento por el simple hecho de tenerla cerca, más de lo que era habitual. -Me alegro de que te sientas cómoda aquí, de verdad, no sabes cuanto. -Totalmente cierto, no podía hacerse una idea de lo que aquello significaba para mí. Su visita, que pasara la noche en aquel colchón por estrenar, que me hiciera compañía en aquella gran casa que cada vez estaba más fría. Y así había ido forjándome yo con el hielo del invierno que se pegaba por fuera de los cristales, con los copos que mataban los tallos verdes del césped.

Sus dedos inocentes buscando los míos, cansados, viejos, que habían conocido más cuerpos de los que quería en realidad, y una sonrisa de hombre octagenario en mis labios curvados. Como si la vida hubiese sido una gran carga, un peso grande para transportar sobre los hombros, algo difícil. Que lo había sido. -Estoy bien. -Y no, no mentía del todo, no le estaba ocultando algo importante. -Es raro saber que alguien más pasará la noche aquí. -Acaricié sus dedos, el dorso de su mano y sentí un ligero escalofrío por aquel contacto tan leve. Desarmado, por completo ante la que era como una niña en comparación con el viejo Bond, el detective serio y equilibrado que visitaba el Velvet cada día, y cada vez más sólo por verla a ella, dejando un poco de lado sus obligaciones. Sólo por cruzarme con aquella sonrisa al atravesar la puerta y verla detrás de la barra ordenando botellas, limpiando vasos o sirviendo copas, lo que fuera. Sólo por ver su silueta mientras cogía las botellas de los estantes más altos y sonreír sin que me viera.

Girar el rostro para mirarla de nuevo, clavar la mirada en la de ella, girarme un poco para sonreír abiertamente. Agradecido, por encima de todas las cosas. -Va a gustarme que me acompañes por las noches. -Y por el día, ¿quieres hacerlo de ahora en adelante? Con el temor de que era fácil que se cansara de alguien más mayor que ella, de que sólo fuera una novedad a la que dar esquinazo cuando una oportunidad mejor pasara por delante. Miedo, demasiado como para atreverme a decir nada, tal vez por eso fue mejor aquel beso suave, cálido que dejé que impregnara sus labios.
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You cry yourself to sleep tonight || Luxx Empty Re: You cry yourself to sleep tonight || Luxx

Mensaje por Luxx A. Afrodakis Miér Oct 10, 2012 2:58 pm

Åke sufría. Y sufría en silencio, escondiendo su verdadero y agonizante dolor detrás de una máscara de insensibilidad, una máscara que usaba para que todo el mundo pensara que se encontraba bien; para que se imaginaran que aquel misterioso hombre era serio y de pocas palabras. ¿Cómo habría sido el Åke de años anteriores? Ella lo había conocido en su etapa muy turbulenta de su vida. Nunca lo había podido ver si aquel aspecto cansado, sin aquellas ojeras que lograban demacrar un poco su rostro, y con aquella sonrisa que poco a poco volvía a ser más... feliz. Y en lo más profundo de su ser, era realmente lo que quería Luxx. Que volviera a ser feliz. Que recordara el pasado con el amor que había sentido, pero que no le fuera triste. Ni que fuera una carga pesada. Que fuese solamente lo que era. Pasado. Era la primera vez que aquellos pensamientos afloraban en su fuero interno en presencia de Åke. Y por primera vez en tanto tiempo, no se detuvo a borrarlos, ni a pensar en otra cosa. Simplemente dejo que flotaran mientras se daba el lujo de observar su perfil, aprovechando que él se encontraba mirando el techo. Sus dedos seguían entrelazados, acariciándolos de forma distraída. Rió suavemente, desviando su mirada del costado para posarla también en el techo, observando aquella blancura. - Eres un buen anfitrión. Sabes cómo hacer sentir bien a algún huésped. Yo no podría hacerlo – respondió tranquilamente, conservando la sonrisa risueña en sus labios, mirando nuevamente hacía su costado para mirarlo. – Ahora no te librarás fácilmente de mí. Bueno sí. Podrías. Pero tendrías que darme el colchón – bromeo, rodando sus ojos, y negando con la cabeza. La verdad era que quería hacerle compañía. Darle a entender que no iba a estar solo. Nunca más.

- ¿De verdad que estás bien? – preguntó casi en un susurró, sin dejar de mirarlo, notando su rostro a centímetros del suyo. Casi podía sentir su aliento a menta, y aquel olor a masculinidad que despedía de forma innata. Embriagador. – Resulta raro, ¿no? ¿Soy la primera persona que viene aquí? – pregunta, con una sana curiosidad en sus ojos azules. – Sabes que no te hace bien estar solo – murmuró, luego de unos instantes, sacando a la luz una de sus preocupaciones más grandes – Enfrentarse con los fantasmas de forma solitaria no es sano. – Se calló la boca en ese momento. Ya estaba pasando el límite de los consejos. Se había dicho a sí misma que no abordaría esos temas. Se mordió su labio inferior desde adentro, y miró nuevamente hacía el techo, intentando calmar sus pensamientos. Los había dejado flotar demasiado. – Solo… - Susurra suavemente – Solo quiero que sepas… - Remojó sus labios ligeramente resecos, intentando buscar las palabras correctas. No pienses demasiado Luxx – No te dejaré solo. Nunca – Aquella frase la dijo mirándolo a sus ojos, buscando perderse en ellos de forma casi catastrófica.

- Me va a gustar ser tu compañía – Respondió luego de unos momentos, sonriendo apenas de lado, sin dejar de observarlo. – Todo el tiempo que necesites – Y es que sus sentimientos hacía él habían comenzado a nacer, desde el primer día en que lo había visto llegar, sentándose en aquella butaca que luego comenzó a frecuentar, y pidiendo su vodka solo. La llegada de Åke a su vida, había logrado romper todos los esquemas de su mundo. Y lo había hecho de un modo tan sorprendente que hasta ella misma le daba miedo. Miedo a perderlo. Miedo a no poder superar a aquel fantasma que representaba la esposa muerta de él, y quien era la verdadera protagonista en la vida del detective. El camino más seguro para no salir herida, y para no seguir lastimando a Åke era alejarse de su vida. Hacer de cuenta que jamás había existido relación alguna, y volver a ser lo que realmente eran. Un cliente VIP y una bartender. Sin embargo ¿porqué aquellos pensamientos idiotas habían desaparecido en el instante en que él poso sus labios sobre los de ella, en un beso tan suave que la hizo sacudir en cuerpo y alma? Sencillo. Porque lo quería. Porque siempre lo había hecho. Y porque era capaz de transformarse en lo que más necesitara. Una amiga, un amante; alguien con quien pasar el rato, y hacerlo olvidar de sus problemas. Fue por eso que correspondió a su beso. Con la suavidad y delicadeza de siempre, cerrando sus ojos para disfrutar con toda la plenitud, posando una de sus manos en su mejilla. Había tomado una decisión. Y no cambiaría. ¿Abandonarlo? Nunca.
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Mensaje por Åke Y. Söderström Dom Oct 14, 2012 7:40 am

Sin credo, sin dioses a los que rezar, sin una religión a mis espaldas que amparara mis decisiones, ni guiara mi camino hacia alguna parte, sin un guía espiritual que me aconsejara en mis pensamientos. Y de pronto, a pesar de eso, alguien había escuchado mis plegarias, mis peticiones silenciosas en la oscuridad de mi habitación de encontrar un poco de paz, de calma, algo que me librara del tormento y la culpa, algo que me hiciera ver que seguir mirando hacia el futuro no era malo, no era perder los recuerdos, no era dejar que Heljä y mi amor por ella se perdiera en algún rincón del pasado. De pronto había aparecido ella, una noche en el Velvet, sin más, con sencillez, dirigiéndose a mí para que pidiera una copa. Había entrado en mi vida en el momento más confuso y conflictivo, supongo, con todo lo que había pasado y había sido testigo de las chicas con las que había ido y venido por el club. Había visto de lejos la peor parte que podía ofrecerle, aún así, día tras días me servía aquel vodka que le pedía con una media sonrisa intentando averiguar poco a poco algo más de ella. Un pequeño trozo de su historia. Poco a poco y de esa forma, habíamos tejido una amistad, un tanto extraña al principio después la cosa más normal del mundo. Y aquella mentira sobre mi trabajo había hecho que todavía pudiera estar más cerca de ella. Era por eso en cierta parte que en el fondo no me arrepentía por haber tenido que ocultarle la verdad durante un tiempo, aunque no fuera justo. Egoísta, sí, por intentar atraparla y que no huyera de mi lado.

-Todo el tiempo que necesite puede ser mucho tiempo. -Dije, sonriendo un poco después de aquel beso que me había robado el aliento. -Todo el tiempo que necesite puede ser toda la vida. -Susurré contra su boca. Porque era así, porque era cierto. Encontrarla, a ella, que me había abierto los ojos después de unos años de caída en picado. Mis brazos recorrieron su piel hasta anclarse a su cintura, de forma suave, sin apenas fuerza, simplemente para ser consciente de que ella era real y no uno de esos sueños que había tenido alguna que otra vez. Era real, tanto como yo, tanto como aquella casa solitaria y gris que caía sobre mis espaldas con más fuerza de la debida. -Gracias, de verdad. -Sincero, por completo, agradecido hasta el extremo. Sin querer que ella abandonara aquellas cuatro paredes nunca más, y se mantuviera a mi lado. Esperando poder compartir cada despertar en esa o en otra cama, después de verla dormir sobre mi pecho y acariciar su cabello castaño en las horas de insomnio, en las horas en las que el trabajo me dejara sin dormir pelando con Morfeo.

En aquella habitación, otro beso, como un pacto secreto de compromiso, de silencio, de fidelidad absoluta. Un mundo en el que de repente no existía nadie más, ni había posibilidad para eso. Un pequeño rincón privado para los dos, nuestro, solamente. Y en ese beso aspirar su aroma, su esencia y guardarla en un pequeño espacio de mi cerebro dedicado solo a ella, como un altar, como su fuera una deidad griega. Hacerme monoteísta por Luxx, dejar al resto de dioses del Panteón para los demás. Fijarme solamente en ella, la barwoman, la única. Ahora el resto de la humanidad parecía una mentira, un invento lejano. Sólo era capaz de pensar en la respiración que tenía junto a mí, el suave aliento contra mis labios.
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Mensaje por Luxx A. Afrodakis Vie Oct 26, 2012 6:39 pm

Sentir sus labios sobre los de ella. Probar la calidez de aquella boca que acariciaba la suya con aquella delicadeza que solamente se había podido imaginar en sueños. Besarlo y darse cuenta que todo lo que había deseado hasta ese momento se encontraba allí, a su lado. Y de pronto, aquella Luxx que tanto se había burlado del amor y deseando estar sola toda su vida había cambiado. Un giro de 180° grados que había hecho grandes cambios en la personalidad de la griega. Y es que Åke se había convertido en aquella persona de la cual dependía su vida. Probar sus labios se había vuelto una adicción, pero no referente a una droga. Una necesidad que superaba lo natural. Como el aire para respirar, o el sol para vivir. Åke era un soplo de aire fresco entre tanta mierda que había en Helsinki. La persona que de verdad necesitaba para sentirse completa. Las millones de inseguridades se agolparon en su interior, intentando salir a como dé lugar; pero esforzándose por contenerlas. No era un momento para disipar sus dudas. No cuando el detective recién comenzaba a abrir su corazón nuevamente. En ese momento lo necesitaba. Con cada fibra de su ser. Quería hacerle entender lo que en realidad había sentido desde la primera vez que sus ojos se habían fijado en los de él. Deseaba transmitirle la verdad. Una verdad que no bastaba con expresarlas en palabras. Decirle que los Dioses los habían unidos desde el momento en que ambos pusieron un pie en suelo terrenal, decirle que desde que lo había visto, se había entregado completamente a él, en cuerpo y alma; convirtiéndose en lo que más necesitara. Amarlo por sobre todas las cosas; aunque fuese en silencio.

– Toda la vida – Repitió, susurrando en sus labios, acariciando con suavidad y dulzura la mejilla de Åke, cerrando sus ojos por unos breves segundos, dejándose llevar completamente. – Toda la vida es un tiempo demasiado corto, ¿no crees? – prosiguió, abriendo nuevamente sus ojos, y acurrucando su cuerpo hacía él; diciendo con ese gesto que no se movería de aquel lugar hasta que él no dijera lo contrario. No pudo evitar sentir un cosquilleo en su cuerpo cuando las manos del moreno acariciar con suavidad su cintura, dejando su mano allí, abrazándola. Sus labios siguen rozando los de él, pudiendo sentir claramente el latido de su corazón, un poco más rápido que lo habitual. Tenía que admitir que aquello la había tomado por sorpresa, pero en el fondo, siempre había soñado con algo así. Sentir su cuerpo contra el de ella, aspirar su aroma, y embriagarse con su cálido aliento cuando hablaba. – Estás cosas no se agradecen – lo regaña de forma tierna, sonriendo apenas de lado, y dejando descansar su mano en el hueco de su cuello. – Se sienten – susurra, volviendo su atención completamente a su boca, atrapando sus labios entre los suyos y besándolo de nuevo; sintiendo esa demandante necesidad de tenerlo así, hasta el fin de sus tiempos. El “para siempre” se le antojaba demasiado corto.

¿Qué pasaría al otro día cuando amaneciera? ¿Recordarían aquella conversación? ¿O se sentirían demasiados avergonzados como para hablar? No lo sabía, no le interesaba. Sus manos recorriendo con suavidad el costado del cuerpo de Åke, separándose a regañadientes luego de unos momentos - ¿No crees que es hora de dormir? – Bromea, recordando que estaban allí porque ella se quedaba a pasar la noche en aquel lugar. El detective la deslumbrada, con solo mirarla o besarla, lograba que olvidara hasta su propio nombre. Algo vergonzoso, y que no admitiría jamás. En el fondo no podía evitar sentirse más intrusa. Como si estuviera haciendo mal las cosas. El fantasma de Heljä permanecía latente; sin embargo, por primera vez en aquella larga y extraña noche, aplacó esas desagradables sensaciones. Ver la mirada de Åke, darse cuenta que se encontraba bien; era suficiente argumento como para luchar contra el pasado de él. Si Zeus, el Gran Creador, le había marcado aquel camino, ella lo respetaría.
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Mensaje por Åke Y. Söderström Lun Oct 29, 2012 7:55 am

Un regalo, uno de esos que tienen demasiado valor como para cuantificarlo con dinero. Uno de esos que no esperas que te hagan nunca, pero por alguna extraña razón allí estaba, mi regalo, frente a mí, algo más que un bonito envoltorio, mucho más que eso. Y sin entender por qué me había tocado a mí, me lo llevaba yo, el único afortunado de la noche. Para abrir los ojos y el corazón después de haberme entregado a Hëlja por completo, después de haber vivido con ella los que pensaba que serían los mejores años de mi vida, mi juventud, mi vitalidad, las ganas de vivir se habían ido con su alma en aquel fatídico día. Un accidente de coche que la mató a ella, y me partió en dos sin ningún tipo de compasión sin tan si quiera pensar en mí, un capricho del destino para ponerme a prueba, para hundirme en lo más profundo en lo que puede hundirse el ser humano. La más cruda tristeza ante la perdida del ser amado, y no hay palabras para explicar ese dolor, ni para explicar por qué esa lágrimas son las más ácidas que se pueden derramar. Y a pesar del desgarro de mis tejidos allí estaba Luxx cosiendo los retales de un muñeco roto para que volviera a ser alguien de verdad, que mis ojos volvieran a brillar por la ilusión, y mi corazón helado volviera a latir por otra persona. Nadie más que ella merecía eso, nadie más.

-Toda la vida es muy poco para nosotros. -En otra vida, en las siguientes, si existían esas otras vidas quería encontrarla siempre en ellas, fuera quien fuera yo, con otro nombre, en otro tiempo, en cualquier lugar del mundo. Encontrarme con su alma dentro del cuerpo que fuera. Pero encontrarla, que fuera mía y yo suyo, para siempre, por el resto de la eternidad. Sin más, así de simple, entregado por completo a ella, a sus caricias, a su besos suaves y a sus miradas profundas.-Y no sabes lo que ahora siento. -Sonreí pegando mis labios a los suyos, bebiendo de ella, cerrando los ojos para que aquello no acabara. Tener un reloj que controlara el tiempo y alargar aquel instante para siempre. Nuestros primeros besos, inocentes, como los de esos chiquillos que besan por primera vez a su primer amor, de esa forma.

La miré con el rostro incapaz de ocultar ni el más mínimo sentimiento. La abracé, sintiéndola bien cerca, lo más necesario. Saber que estaba a mi lado de verdad, que no era un espejismo, ni ninguna clase de ilusión de algún mago. -Durmamos entonces. -Ella no era una de esas mujeres del Velvet, no era alguien más, no era una mujer con la que pasar una simple noche y quería que lo supiera, demostrárselo. Hacerle entender que era importante, lo más importante para mí desde algún momento que casi ya no recordaba, tal vez desde la primera vez que escuché su voz dirigirse a mí, o que me fijé en ella tras la barra y me dio un vuelco el corazón que en aquel momento no supe interpretar.
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Mensaje por Luxx A. Afrodakis Vie Nov 02, 2012 9:10 am

Sus manos acariciaron su cuerpo, su rostro; pasando sus dedos por su mejilla sus labios, ligeramente humedecidos por aquellos besos que ambos se estaban dando; en un intento de explorar, descubrir, sentir, buscar nuevas sensaciones en Åke. Algo mucho más espiritual que simplemente tener sexo. Una entrega mucho más importante. La del alma. La de su corazón, que en ese momento latía por la razón de ver bien al moreno. Amarlo, en cada una de sus caricias, que no llegabana a ser insinuosas, sino que eran más bien inocentes; tranquilas. Deseaba quedarse allí, toda la noche; que el amanecer los sorprendiera amándose con la mirada y las manos; con los besos suaves y con los susurros justos en los momentos adecuados. Sin embargo, su cuerpo se encontraba demasiado cansado física y mentalmente. eran muchas las emociones que la invadían; más de lo que podía soportar en un solo día. Esa mañana se había levantado con la intención de ir a la universidad, y tener una jornada tranquila en el trabajo; y ahora se encontraba en la casa de Åke, acostada junto a él oyendo aquellas declaraciones que hacía tanto tiempo que había esperado, y que ese día por fin las escuchaba. Un leve suspiro brotó de sus labios, sin dejar de observarlo, besándolo de nuevo, enredando su lengua con la de él, acariciando su boca, convirtiendo ese beso en el más exquisito de todos. Expresándole todas y cada una de las emociones que sentía en lo más profundo de su ser.

Y lo abrazó. Fue ella quien paso sus manos alrededor de su cuello, tironéando suavemente el cuerpo de Åke hacía él, apoyándolo en su pecho, y apoyando su cabeza sobre la de él, hundiendo su rostro en su coronilla, sintiendo el olor a él, embriagante, adictivo. Sus manos no dejaron de acariciarlo en ningún momento, rozando sus dedos en la piel de esté, escuhando sus palabras, y soltando una risa burbujeante, sin moverse de su lugar, son sus ojos tan brillantes como la luz misma. - Será mejor que comencemos a disfrutarla lo antes posible - respondió ella, besando su cabeza y acariciándola, para luego ponerse nuevamente a su altura y mirarlo. - Creo que lo sé; porque ambos sentimos lo mismo - arqueó una ceja, pellizcandole cariñosamente su mejilla, y soltando otro suspiro, ahogando un pequeño bostezo. Era la primera vez que se sentía tan relajada y algo le decía, en el fondo, que podría dormir plácidamente, sin pesadillas de por medio. A salvo en los brazos de él, como si fuera el mejor de los lugares. - Te quiero. - Y esas palabras por fin salieron de su boca, de forma tímida, infantil. Con aquella inocencia que podía salir de las personas cuanto estás expresaban un amor profundo y verdadero. Sus mejillas, levemente sonrosadad, debido a la vergüenza y la timidez, pero su sonrisa seguía estando allí, firme. Como siempre. Y así fue como cerró sus ojos, apoyándose en el pecho de él, acomodándose perfectamente en sus brazos. Para descansar, dormir. entregarse a los placeres de Morfeo y por fin tener una noche en paz y tranquila. Junto con la persona que quería.
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