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Medidas extremas para situaciones extremas [Gunnar]

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Mensaje por Rosie Connelly Mar Ago 07, 2012 6:20 pm

Terminada la subasta, corrió a su habitación en donde se encerró y sin perder tiempo, se armó de coraje y comenzó a correr los pocos muebles que tenía en la entrada, para obstaculizar el ingreso a su espacio. Hecho aquello, no le quedó otra que correr al baño para encerrarse a llorar hasta que se le pasara la angustia e impotencia por haber fracasado, por no haber conseguido escapar antes de la subasta. Pero, ya que tampoco era habitual en ella llorar durante mucho tiempo, al cabo de unos minutos, se secó las lágrimas con la manga de su camisa y se miró al espejo.

-Aún puedo hacerlo- se animó, pensando que aún quedaba tiempo y por consiguiente, quedaban esperanzas. El recuerdo de ser llevada a tirones a una sala vacía desde la que no se podía ver absolutamente nada más allá de su reflejo ya que todas las paredes estaban cubiertas con cristales que reflejaban su imagen, sin permitirle vislumbrar a los “clientes”, así mismo, la incertidumbre de no saber quién fue el individuo que infringió la ley comprándola, le produjo nauseas. Tantas que terminó inclinando el torso al lavabo y apoyando las manos a los costados de la superficie de porcelana vomitó todo, vaciando lo poco que había ingerido en lo que iba del día. Cuando las nauseas acabaron, miró ceñuda su reflejo largamente con ojos acuosos y enrojecidos. Además del detalle de sus ojos, estaba muy pálida y sudorosa. Era evidente que estaba angustiada y con mucho miedo, pero aún más evidente, que no quería nada de esto. Se inclinó otra vez en el lavabo y abrió la manilla, dejando correr un abundando chorro de agua con el que llenó sus manos ahuecadas y usó como vaso para beber, enjuagarse la boca y lavar su rostro. Al sentirse más fresca, secó su cara. Abrió la puerta un poco y sólo asomó la cabeza por el pequeño espacio, como temiendo encontrar al señor sin rostro sobre su cama, esperándola, mientras ella se encontraba apabullada y lista para salir corriendo con el corazón en la garganta.

Con cautela finalmente avanzo al centro de su habitación y quedo allí de pie, esperando el momento en que sonarían unos nudillos golpeando su puerta y tal vez, la voz de un desconocido preguntando por ella, la nueva adquisición. Ni por un segundo apartó la mirada de la puerta, inclusive mientras se movían por la habitación en búsqueda de algun arma improvisada. Ahora sería ella la cazadora y su comprador la presa de la que ansiaba deshacerse. Lo ideal para defenderse habría sido una pistola o como última alternativa un cuchillo, pero al no tener eso, optó por un lápiz con el que paso horas dibujando hasta que quedó sin tinta. Teniendo su arma definida, uso la mano libre para pasarla por su rostro, apartando su cabello, totalmente desordenado y humedecido, como si de dicha forma pudiera apartar toda ésta situación tan alarmante. Esto tenía que tratarse de una pesadilla. ¿verdad?.

Antes de poder frenar sus emociones volvió a notar las lagrimas correr por sus mejillas pero ésta vez no las seco, limitándose a buscar a tientas la pared más cercana para apoyarse. Necesitaba tocar algo sólido, algo lo suficientemente fuerte y firme como para apoyarse.


Última edición por Rosie Connelly el Vie Ago 24, 2012 5:27 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Gunnar Byström Jue Ago 09, 2012 6:07 pm

No había estado equivocado, aunque no pudo confirmarlo completamente hasta el día de la subasta. Por supuesto, corría la posibilidad de que no fuera a ser subastada en aquella ocasión, pero en el peor de los casos lo peor que podía pasar era que tuviese que esperar hasta otra ocasión, que de todas maneras estaba completamente seguro de la conclusión a la que había llegado. Ciertamente, aún no tenía resuelta la razón por la que había tomado la decisión de presentarse y pujar en aquella subasta. Todo lo que sabía era que prácticamente no había podido dormir bien ni una sola noche desde que la había conocido, sin importar lo que hubiera intentado para ello.

La subasta se había realizado en un cuarto donde no muchas personas habían estado presentes, y en la pared se encontraba un vidrio que permitía ver en el interior de otra habitación con las paredes cubiertas de “espejos”, seguramente similares a aquel desde el que podíamos ver a las personas subastadas. Pasaron tres chicas y un chico primero, con algunas pujas bastante fuertes por algunos de ellos, pero con el poco interés que me traían, prácticamente ni les puse atención.

Finalmente llegó el momento en que Rosie entró en aquella habitación y de inmediato puse una puja moderada por ella, siendo superada ésta por un hombre que parecía cercano a los cuarenta, si no mayor, superándola a su vez, y entonces siendo superado por un jovencito con aritos que seguramente querrían hacer notar su rebeldía, aunque me bastó una mirada para saber qué precio no podría superar y pujar por sobre él. Entonces, nuevamente el hombre de antes, y esta vez con una oferta bastante considerable. Sin embargo, el tema del dinero no era un problema, y de todas maneras estaba dispuesto, nuevamente sin entender por qué, a gastar todo lo que fuera necesario por ganar la subasta y, al final, los tres golpes del martillo sonaron sobre la pequeña pieza de madera proporcionada para tal propósito. -¡Vendida al señor Byström!- resonó en la habitación y una puerta se abrió dejando a la chica salir, cosa que hizo apresuradamente. No hubo necesidad de hacer gesto alguno de victoria, que tenía el resultado estudiado a la perfección, y ni siquiera era como que se sintiera con ánimo para ninguna expresión ante la gente que estaba ahí, si es que ésa hubiera sido su inclinación, para empezar. Simplemente se levantó de su asiento, tomando sus cosas, yendo hacia la puerta donde le esperaba un guardia.

-Felicidades, señor Byström, permítame que le acompañe hasta la habitación donde podrá encontrar a su esclava-
le dijo con un tono neutro. Mientras iban recorriendo los pasillos le entregó la llave de la habitación y un pequeño aparato electrónico, explicándole que por aquella noche podía tenerla a su disposición sin cargo extra, pero que después de eso tendría la opción de llevársela a su casa o de dejarla en el club con las instrucciones que le pareciesen mejor, pero que esto implicaría un costo de mantención por alimentación y alojamiento. También le explicó que a veces ocurría que los esclavos eran de un carácter fuerte, así que si tenía cualquier problema, todo lo que tenía que hacer era presionar el botón del aparato para que al menos un par de guardias se presentasen en la habitación y la redujesen. Él le dio sus instrucciones, ya pensadas con anterioridad, de manera breve, y para entonces ya estaban frente a la puerta de la habitación en cuestión. Lo hizo marcharse, mirando luego a su llave y, en lugar de simplemente entrar, usándola, tocó a la puerta, esperando una respuesta.
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Mensaje por Rosie Connelly Dom Ago 12, 2012 9:14 pm

Respingó de la sorpresa y luchó por no dejar caer el lápiz de su mano. Es más, estuvo al borde de gritar un par de maldiciones en su lengua natal, pero una pregunta surco su mente: ¿por qué tocaban la puerta sin hacer un primer intento por ingresar, simplemente, como haría cualquiera de los depravados que había visto junto a las trabajadoras del local?

-Q…- farfulló, fijando sus ojos color avellana sobre la montaña de muebles amontonados en la puerta, obstaculizándola a la perfección. Su cuerpo estaba tenso por el suspenso, escuchando únicamente el potente latido de su corazón. El silencio se fue prolongando sin dar la menor pista del cliente que acababa de comprarla. Tragó una bocanada de aire y separó los labios dispuesta a hablar pero dudó, luego exhaló y volvió a inhalar, se aclaró la voz y preguntó, pretendiendo sonar lo más serena posible- ¿Cómo se llama?- el sonido de su voz trajo la imagen de los dibujos animados del gato y el ratón, Obviamente ella era el ratón arrinconado sin vía de escape más que aquella que ella misma había bloqueado, sin embargo, dicha huida tenía mas posibilidades de convertirse en un verdadero fracaso que en un éxito.

Se masajeó el cuello con una congelada mano y separó de la pared en la que tenía apoyado su cuerpo, dirigiéndose a los muebles, allí se sentó en la cama, sin despegar los ojos en la dirección desde donde provino el golpe, que por lo demás fue uno bastante normal, sin parecer que se rompía los nudillos contra la puerta, como haría uno que otro de los clientes que venía observando con bastante recelo. Una chispa de esperanza brotó en su alma y mente, rogando a Dios que no la abandone, no ahora cuando lo necesitaba más que nunca. Si la persona tras la puerta resultaba ser como… su cuerpo se estremeció. Se cubrió los ojos con las pequeñas manos e intentó apagar sus temores, el tormento que podría vivir si abría la puerta y se encontraba con que el comprador la forzaría a cumplir con un papel que nunca eligió, con su supuesto rol de esclava sexual. Era virgen y para ella el perderla era algo importante, algo que debía hacerse con alguien que amara y que a su vez la amara y respetara. En ningún caso merecía ser producto de una violación.

Notando el martilleo en su pecho y en las sienes, terminó por acurrucarse en su cama, abrazándose a sí misma y resistiéndose a la tentación de invocar en vano a su abuela, pero era difícil contenerse cuando todo era tan espantoso.

-No le aconsejo que trate de entrar- musitó débilmente – Lo que si: Me gustaría que se marchara, y no volviera por mí o cualquiera de las mujeres que trabajan en éste lugar.- Le asombró su tono tan calmo, considerando que todo su sistema nervioso se precipitaba hacia el pánico.
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Mensaje por Gunnar Byström Miér Ago 15, 2012 2:37 pm

Le pareció escuchar algo detrás de la puerta, un sonido bastante silenciado y disimulado por la madera de la que ésta estaba hecha, pero muy poco después pudo distinguir aquella voz conocida y, a estas alturas tenía que reconocérselo al menos a sí mismo si no a nadie más, esperada. Y no solamente por la razón obvia de que había sido precisamente por ella por quién había estado pujando, por quién había planeado los pasos a tomar para llegar a esa instancia y realmente le habría resultado escuchar cualquier voz que no hubiera sido la suya. Sin embargo, las palabras en las que se descifró aquella pregunta que finalmente pasó el obstáculo de la puerta para llegar a su oído no era precisamente el tipo de pregunta que se esperaba. Se esperaba quizás algo parecido, pero el que se hubiera expresado de aquella forma indicaba para él el nerviosismo y la presión que sentía sobre sí, incluso algo de aquella desesperación que había visto en ella los últimos momentos de aquel día, cuando le había espetado que no le importaba lo que pasaba con ella y que se alejase. Ahora bien, ¿sacaba realmente algo con ocultarle la información que le estaba pidiendo? La respuesta a aquello era fácil y negativa. Incluso aunque se inventase un nombre cualquiera y ella no reconociese su voz, al momento de verlo frente a frente sabría exactamente de quién se trataba.

-Gunnar. Gunnar Byström-
dijo finalmente develando su identidad, asegurándose de que su voz fuese lo suficientemente fuerte y clara como para que se entendiese desde el otro lado de la puerta. Por supuesto, no tenía idea de si aquello iba a ayudar a que ella se calmase o si por el contrario no haría más que confundirla y presionarla aún más. Ya fuera de una manera u otra, todavía pensaba en dejar que fuese ella misma la que abriese la puerta, al menos dándole unos minutos más para ello, para intentar tranquilizarse y calmarse cuanto le fuera posible dadas las circunstancias. En el peor de los casos, todavía tenía la llave entre sus dedos y podía usarla si la situación así lo pedía. Por supuesto, prefería no tener que llegar a ello, pues entendía que aquello podía ir en desmedro de la tranquilidad de la chica.

En lo que esperaba, metió la llave por unos momentos a su bolsillo, tomando con ambas manos las carpetas que había recibido de parte del guardia de seguridad, que tenían como todo identificador una etiqueta con su nombre, Rosie. Abrió uno de ellos y se encontró ahí con la foto de la chica, con una mirada asustada y perdida que se imaginaba que ahora mismo estaría mostrando, y algunos datos en la primera página. Su apellido, su edad, su origen... Claro, sin llegar a ser demasiado específicos más allá de lo que se creía que podía interesarle a un cliente, aunque en este caso en particular era muy probable que estuvieran equivocados.

Le pareció escuchar algo más desde adentro de la habitación, pero bien pudo haber sido su imaginación estando distraída, por lo que cerró de golpe las carpetas. -Rosie, ábreme, por favor- le pidió en un tono serio, pero de todas maneras usando palabras que hace tiempo que no estaban en su vocabulario.
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Mensaje por Rosie Connelly Dom Ago 19, 2012 4:40 pm

La voz sacudió a Rosie de su abstracción e hizo que su mente volviera a funcionar con rapidez y que su rostro se tornara aún más pálido. ¡Él la compró! ¿¡Qué pretendía!?¿Hacerle pagar todo lo que dijo esa noche? Se puso de pie con cautela, tratando de hacer el menor ruido posible y se frotó la mejilla que aquella noche tuvo lastimada, pero que ahora ahora estaba sana. No hacía falta cruzar palabras alguna con él, por ello se limitó a despejar la puerta, corriendo cada uno de los muebles hacia los costados, por supuesto, sin soltar el lápiz. Ya tenía un plan. Cuando tuvo todo listo, se detuvo para recuperar el aliento por tanto esfuerzo físico. Al volver a respirar con tranquilidad, abrió la puerta sin soltar ni media palabra y retrocedió varios pasos de él. Alzó el mentón y lo miró con frialdad. No convenía mostrar debilidad o inseguridad. Desde el momento en que se había presentado en la subasta había pasado a convertirse en un enemigo, el primero en su vida y si se iba a convertir en la esclava de alguien, al menos daría una última batalla. Pudo distinguir el hermoso color azul de sus ojos desde el otro lado de la habitación, notando cómo el instinto de supervivencia agudizaba sus sentidos. No haría ruido ya que al hacerlo éste resonaría en todo el Velvet atrayendo a varios guardias que llegarían a la carrera hacia ellos, con la expresa orden de paralizarla o contenerla y no de la manera más educada.

Su cuerpo se mantuvo quieto, pues creyó conveniente hacerle creer que había aceptado su destino. Rosie observó con atención sus facciones varoniles, esperando ver alguna señal que le indicara lo que estaba maquinando, pero no descubrió nada. Frustrada por la frialdad e indiferencia que demostró, estuvo a un tris de gritarle un par de cosas, pero recordando el plan, arqueó una castaña ceja - añadiendo mentalmente un eslabón más a la cadena de frustraciones del día- y se abalanzó hacia él con el lápiz en la mano, dando con la punta filosa hacia su pecho. Al hacer esto y antes de siquiera enterrar el objeto en su tórax, tiró el objeto al suelo y aprovechó de escapar por la puerta, corriendo a toda velocidad por el pasillo, esquivando a las trabajadoras que caminaban tranquilamente hacia sus habitaciones o algún otro lugar, sin tener idea del motivo de su carrera. Su cuerpo vibraba por la adrenalina. Hubo un momento en el que vislumbró una de las escaleras que daba a una de las salidas de escape, por lo que frenó de golpe patinando un poco y dobló para correr hacia esta, la subió rápido de dos en dos, pudiendo escuchar su corazón latir en sus oídos, y cuando llegó el último peldaño ni siquiera se detuvo a recuperar el aliento, al contrario, corrió con más vigor sintiéndose cada segundo más cerca de su libertad. Sólo le llevó un par de pestañeos ver la puerta con el cartel iluminado de Exit y sus ojos destellaron de felicidad y esperanza. No acabaría como esclava, ni ahora ni nunca.

“No falta nada”, se dijo con la garganta apretada de emoción y cansancio, notando cómo el aire parecía raspar su garganta, pero sin percatarse en que boqueaba como un pez fuera del agua. Apenas quedó frente a la puerta, tomó el pomo de la puerta y lo hizo girar, encontrándose, para su horror, con que la puerta no abría. Giró el pomo con desesperación, soltando varios gemidos de angustia. A su espalda escucho un “La encontramos. No se preocupe, yo la llevo.” en un tono duro e inflexible, que le produjo escalofríos. Creyendo ser la persona con más mala suerte del universo, giró lentamente sobre sus talones y lo enfrentó mirando al guardia con ojos que ahora eran dos rayas de oro. El hombre bajó el intercomunicador.

-No se acerque o juro por mi abuela que lo lamentará profundamente- gruñó lo más amenazante que pudo, apretando los puños. Su cabeza latía y podía jurar que si hubiese quedado sola, habría vomitado hasta su alma, además de eso, sus piernas temblaban como las de un becerro recién nacido, pero ello no restó ni pizca de fortaleza en su voz o mirada.

El guardia de seguridad, sonrió, aunque su sonrisa no fue agradable, muy por el contrario, fue una maliciosa que aportó mayor crueldad a su expresión, y se acercó a ella dejándola todavía más furiosa y muerta de miedo al mismo tiempo. El asunto era que no había forma de hacerle cambiar de idea, iba a luchar por su vida, sin importar contra quién. Muy pronto comprobó que el hombre, a pesar de ser menos grande y musculoso que otros que había visto, era malditamente rápido y fuerte, agarrándola con brutalidad entre sus brazos. Su corta y, casi siempre, lisa cabellera pareció cobrar vida, moviéndose de un lado a otro por las feroces sacudidas que dio.

-¡Suélteme ahora!- rugió, temblando de furia, a lo que él respondió cubriendo su boca y nariz con una gran mano, obstaculizando su respiración, mientras que la otra mano se aferraba con mayor vigor alrededor de su cintura. Ella intentó girar el rostro para conseguir el aire que comenzaba a hacer falta y en un intento desesperado, liberó sus manos y enterró las uñas en las mejillas del hombre, rasguñándolo y dejando a su paso delgadas líneas de sangre. Con un movimiento deliberado y brutal, él la arrojó al piso y se acomodó sobre ella, sujetando sus muñecas sobre la cabeza tan sólo con una mano. El impacto y la falta de aire de segundos atrás la tenían aturdida, al borde del desmayo, pero batalló para no dejarse vencer. -Está bien. Usted gana- susurró jadeante por la pelea, dejando su cuerpo lo más laxo posible. Esto hizo que el hombre bajar la guardia, momento que aprovechó para que, con toda la frialdad del mundo, levantara la rodilla flexionada entre sus piernas, asentando un buen golpe. Dicho golpe hizo que él soltara un chillido de extremo dolor, haciéndole olvidar que allí ella era la débil. Sin perder tiempo aprovechó que él se dobló en dos y soltó sus muñecas para llevarla hacia su entrepierna, para empujarlo antes de deslizarse bajo él con la intención de volver a escapar, pero no alcanzó a alejarse lo suficiente ya que él, entre la agonía, extendió y enterró una mano en puño sobre su cabello y de un solo tirón la trajo hacia sí, ésta vez de espalda a él y clavó en su cuello una aguja.

“Agradece que tienes dueño, o me habría encargado de hacerte pagar”, murmuro él para después soltarla de un tirón, haciéndole caer hacia adelante.

Sin entender con claridad aquello que inyectó en ella, se puso de pie con esfuerzo, mucho esfuerzo, y al comprobar que el guardia ya estaba de pie, curiosamente impasible, murmuró:

-¿Qué er…- La histeria afiló su voz, haciéndola parecer filiforme, inclusive a sus propios oídos, pero no terminó la oración ya que todo comenzó a girar alrededor de ella. Masajeó la zona en donde sintió el punzón y comprendió que la había sedado. Dicho reconocimiento le hizo alejarse de él, notando cómo por momentos la oscuridad manchaba su visión, pero manteniendo cada pizca de fuerza de voluntad e instinto de supervivencia que le quedaba para permanecer consciente.
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Mensaje por Gunnar Byström Vie Ago 24, 2012 5:43 pm

La espera se hizo más larga de lo que había presupuestado, aunque por supuesto, no era que esperase que lo recibiera de brazos abiertos, no por la manera en que se habían "despedido" la última vez que se habían visto, que también había sido la primera, ni por el hecho de que después de todo aquel día se estaban cumpliendo los temores de la chica. Y quizás eran todas esas consideraciones las que hacían parecer que el tiempo era más largo de lo que realmente lo estaba haciendo, que era algo perfectamente plausible dado el caso. Sin embargo, la impaciencia era algo que hacía tiempo que había logrado controlar en sí mismo, además que esto difería diametralmente de, por ejemplo, tener que esperar en la oficina de alguien o cosas así, para las que tenía mucha menos paciencia por el factor de conocer el valor de su tiempo y posición en ese ambiente. Esto era algo completamente distinto, y desde el vamos, a pesar de ser completamente consciente de la parte que estaba jugando en la salida de la chica de aquel lugar, no asumía automáticamente ninguna concepción sobre tener algún derecho sobre ella. Así pues, si bien el tiempo iba pasando, no iba agregando más presión que la que ya había.

Finalmente empezaron a haber ruidos que indicaban que había movimiento al otro lado de la puerta, como si estuviera cambiando muebles de lugar. ¿Es que acaso había parapetado la puerta para que no entrase? De haber sido así, definitivamente no habría tenido sentido el intentar abrirla por su cuenta, lo cual le habría hecho sonreír ligeramente de no haber sido por lo que ello implicaba: que ella estaba aterrada por lo que pudiera pasar a continuación, por lo que venía en su vida y, siendo así, ¿por qué era que ahora se disponía a dejarle entrar? Por cierto que no se hacía "ilusiones" de que confiase tanto en él como para dejar que ocurriese lo que fuera que viniese, así que quedaba tan sólo explorar mentalmente las alternativas para sus acciones ahora.

Después de un intervalo en el que se siguieron oyendo los sonidos del movimiento de muebles pesados, la puerta se abrió lentamente y a los segundos descubrió a Rosie parada unos metros más allá con una expresión de fría decisión, una mirada que conocía por haberla visto en su espejo por meses e inclusos años después de su peor época post-ruptura con Candance, y sintió algo apretarse con angustia dentro de su pecho. Por primera vez en muchísimo tiempo algo en él no tuvo la seguridad que solía caracterizarlo, y dio unos cuantos pasos hacia ella de una manera lenta pero no estudiada mientras su mente se llenaba de toda clase de corrientes de pensamiento en un completo caos, sin que pudiera sacar cualquier cosa en limpio. Cualquier cautela había quedado olvidada por la expresión del rostro de la chica, y fue así que no estaba preparado en absoluto para lo que vino. Es que, ¿cómo estarlo ante un ataque de ella, que no había reaccionado así ni siquiera cuando se trató de defender a la señora Donovan? En un gesto puramente instintivo, levantó un brazo para defender su pecho, que era el lugar donde parecía querer ir a hacer blanco con algún arma, sin llegar a ser posible para él de momento dilucidar de qué se trataba. No fue sino hasta que el objeto cayó que se dio cuenta de qué se trataba: un lápiz. Sin embargo, ni así llegó a sentirse ridículo por su reacción, que podía entender a la perfección como muy pocas personas en su lugar. Aquel instrumento podría fácilmente ser mortal en su posesión por su determinación y la presión que debía llevar acumulada.

No gritó, no dijo nada, absolutamente nada. Después de todo, ¿echar a correr detrás de ella? ¿Hacerle saber que quería que la atrapasen? No, eso sería completamente contraproductivo y no sacaría absolutamente nada con ello. Sabía que por tratarse de la noche de la subasta las puertas estarían aseguradas y no escaparía. Y, al final de cuentas, si no quería que escapara era porque... No, no era momento de dar explicaciones, ni siquiera a sí mismo. Porque ahora, cuando se asomó al pasillo, alcanzó a ver a un guardia, uno diferente, pasar por delante de la puerta en persecución de la chica, avisando por walkie talkie de la situación, deteniéndose apenas para asegurarse de que él estaba bien.

Pronto se encontró con el guardia que había pasado corriendo, informándole que habían ubicado a la chica, a lo que se apresuró a ordenarle que no le hicieran daño bajo ningún concepto, y que la llevasen de vuelta a la habitación. Hubiera ido a buscarla él mismo, pero no creía que fuera lo más conveniente en ese momento, pues asumía que no querría realmente verlo si podía evitarlo. Y todavía podía evitárselo por un poco más de tiempo, al menos.

Una vez de vuelta en la habitación con el guardia, se fijó en el desorden que reinaba debido al movimiento de los muebles, entrando el bolso que había traído consigo y lanzándolo sobre la cama. A modo de orden, le transmitió al hombre que necesitaba que le trajeran a otra chica, no importaba quién, para que guardase las cosas de Rosie y éste se retiró, sabiendo que no habría problema en cumplir la petición debido al supuesto mal rato que había pasado. De todas maneras había planificado empacar su ropa, asumiendo que ella no estaría muy dispuesto a hacerlo por su cuenta, y por ello el pedido, pues tampoco quería hurgar entre sus cosas y hacerla sentir aún más incómoda de ese modo.

La chica, una mesera, Larissa le dijo que se llamaba, llegó pronto y empezó a hacer lo que le pidió, sin hacer ni un solo comentario, en silencio y con eficiencia. Estaba aún en eso cuando otro de los guardias, acompañado con el anterior, llegaron con Rosie desvanecida, depositándola en la cama y explicando que habían tenido que sedarla, y que el sedante demoraría alrededor de un par de horas para dejar de hacer efecto, pidiendo las disculpas del caso por hacerle perder su tiempo y la promesa de que, si así lo quería, un par de guardias estarían apostados fuera de la puerta mientras fuera necesario, ofrecimiento que declinó, haciendo clara su intención de que, en lugar de eso, llevasen a Rosie a su automóvil una vez que se hubiera terminado con el empaque.

Esto demoró todavía una media hora más, quedando empacado en el bolso y en una caja que le consiguieron todo lo que había representado la vida de Rosie hasta ese momento dentro del Velvet, y tanto ella como el equipaje fueron trasladados al estacionamiento del lugar, poniendo las cosas en el guardaequipajes y a la sedada chica en el asiento del acompañante, ocupándose él personalmente de poner el cinturón de seguridad como correspondía.

Las carpetas fueron guardadas en un maletín que puso debajo del asiento del conductor y se subió a continuación en el auto, despidiéndose secamente de los guardias y arrancando el motor. Pasaría el resto del tiempo hasta que ella despertase conduciendo a través de la ciudad, sin apresurarse porque no esperaba llegar a ningún lado antes de que ella saliese de su inconsciencia.
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Mensaje por Rosie Connelly Vie Ago 24, 2012 9:43 pm

Si creía que su fuerza de voluntad e instinto de supervivencia le ayudarían para salir del Velvet, aun cuando cada segundo se sentía más y más adormilada, todo empeoro al momento de girar y encontrarse con alguien tan grande como un ropero, que ni siquiera le dio tiempo de distanciarse, sujetándola con fuerza de un brazo para luego cargarla. Batalló todo lo que pudo pero dado su adormecimiento era casi como ver a una niña pequeña batallar en brazos de un adulto, por no querer irse a dormir tan temprano.

-No me toque- murmuró con ojos entrecerrados y el ceño fruncido por el esfuerzo que le significaba mantenerlos abiertos. El sonido de la voz del guardia con el que peleó, sonó distante y baja, casi inaudible, por eso creyó que ya estaba lejos, pero no, era ella la que estaba perdiendo bajo los efectos del somnífero. Antes de perder la pelea por completo, hizo el último esfuerzo, asentando un golpe de puño directo a la nariz del grandulón. Lo último que sintió fue como su cabeza caía hacia atrás, quedando completamente laxa y escuchaba, muy bajo y lejano, la maldición que le propinó el segundo guardia.

Cuando los efectos del somnífero comenzaron a debilitarse, despertó muy lentamente haciéndose consiente del suave movimiento bajo ella y del, también suave, ronroneo de un motor. Entonces… estaban llevándola a algún sitio. Quiso tragar pero su cuerpo aún no reaccionaba del todo bien. Esto en vez de hacerle entregarse otra vez a la oscuridad, le hizo rabiar interiormente, enfocándose con todas sus fuerzas en levantar los pesados parpados. Después de varios intentos, parpadeó y la imagen de las calles nocturnas surgieron borrosas y con menor claridad de lo que debería ser, pero ya era algo. Haciendo una mueca de dolor, ladeó su cabeza hacia el asiento del piloto, sintiendo dolor en su nuca por el impacto en el piso y el posterior tirón de pelo. En su campo de visión apareció un perfil ensombrecido que no habría podido reconocer de no ser por el perfume que inundó sus pulmones. No. Lamentablemente esto no se trataba de un mal sueño. De su voz brotó un jadeo de angustia y desesperación. Se esforzó en levantarse, pero su torso estaba atado. El cinturón de seguridad, caviló dejándose caer otra vez hacia el respaldo del asiento. Lamentaba tanto haber confiado en él. Su mente y corazón tartamudearon sobre aquello. Se sentía atrapada y sin salida, como un animal salvaje al que domar y enjaular, sin ningún futuro prospero.

Giró la cabeza hacia la ventana y cerró los ojos, deseando que al volver a abrirlos se viese en su hogar, pero al abrirlos, seguía allí en el automóvil con él.

-Creo que es pertinente que sepas un par de cosas sobre tu nueva mascota- habló con voz apagada, pero notorio desprecio a la situación en general. -Soy alérgica al chocolate y las fresas. – Si la compró era para tenerla por harto tiempo ¿verdad? por eso mismo era necesario que supiera sobre sus alergia. Ahora, vamos con los extra- Si te dijeron que soy virgen, déjame informarte que te estafaron. No lo soy. Puede que tenga la cara, pero hasta ahí llegamos.- Sus mejillas ardían por la vergüenza de haber dicho esa mentira, pero puede que eso sirviera para hacerle perder interés, y si no… - ¡Ah!, por si no lo sabes, tu… tengo clamidia- ¡bingo!- Por eso hasta que no mejore tienes prohibido acercarte a más de 2 metros.- esto último lo dijo con toda la seriedad que pudo. Dios. Necesitaba hacer algún curso para aprender a mentir, con urgencia, pero primero necesitaba escapar.
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Mensaje por Gunnar Byström Lun Ago 27, 2012 12:58 pm

Si de algo le había servido aquel tiempo de paseo por la ciudad, había sido precisamente para tranquilizarse un poco después de la pérdida de balance que había tenido cuando la había visto al otro lado de la puerta y con el intento de fuga que le siguió. Verla de esa manera, con aquella determinación en los ojos y con una expresión tan fría lo había sacudido hasta lo más profundo, pues ni siquiera cuando se habían separado anteriormente había visto en ella algo así y, después de todo, era precisamente eso entre otras cosas lo que había pretendido evitar al involucrarse en la subasta, asegurándose a como diera lugar de que no cayese en manos de nadie más. No había sido suficiente, se había notado, y el descubrir quién había sido el que había pagado por ella no la había tranquilizado en lo más mínimo ni de cerca. Y por supuesto, quedaba en él aún una pequeña espinita, aquella de la pregunta de por qué siquiera se habría imaginado que sería de una manera distinta. Sin embargo, nada de eso importaba, no era relevante, sino que quedaba por delante tan sólo la manera de lidiar con la situación que ya tenía entre manos, en la que lo quisiera o no estaba involucrada ella hasta que se pudiera hacer algo al respecto, y a medida que el caos en el que ella había logrado convertir a su estructurada mente fue cediendo a la normalidad, fue ésta el área en el que sus pensamientos circularon.

Ni siquiera había prendido la radio, y en el interior del automóvil los ruidos del exterior eran casi completamente apagados por los vidrios y la estructura del mismo, dejando como único sonido ambiental los ritmos respiratorios de ambos, y en el de ella era en el que de tanto en tanto se concentraba, distrayéndose por momentos de los puntos en los que quería posarse su mente. Fue así mismo, por la misma razón, que se dio cuenta cuando empezó finalmente a despertar, cambiándose su tranquilo respirar por uno más agitado y consciente por su parte.

Fue consciente de los difíciles esfuerzos que ella hizo por moverse, al parecer aún obnubilada por el efecto del narcótico que le habían administrado, y cada tantos segundos volteaba su rostro para revisar sus reacciones, notando muy a la superficie la hostilidad y desesperanza que se mezclaban en sus facciones. No dijo absolutamente nada mientras ella hablaba, diciéndole cosas que seguramente consideraba como su última línea de defensa. A la sazón, estaban cerca a su casa después de varias vueltas por el barrio, así que en unos momentos detuvo el automóvil dentro de su garage, asumiendo que ella aún estaba demasiado embotada como para huir. Una vez que hubo hecho esto se decidió a hablar.

-Rose Connelly, o si prefieres, Rosie. 19 años, cerca de los 20. Álergica a los chocolates y a las fresas, es cierto- fue enumerando como una lista de hechos, y es que eso era, habiéndolo revisado en los expedientes que tenía guardados. -Proveniente de Italia. Bastante lejos de casa, diría. Y, sin embargo, te equivocas en unas cuantas cosas- le dijo, apagando el motor y girándose para mirarla. -No eres ni serás mi nueva mascota. O la de nadie. Eres libre para hacer lo que quieras, incluyendo marcharte a donde quieras. Solamente que no en este momento. Estamos en mi casa, y he preparado un dormitorio para ti. Tendrás acceso a cualquier parte de la propiedad con llaves para la casa y, más importante, para tu dormitorio. Se instaló un par de cerrojos que solamente se pueden usar desde adentro para que los uses como quieras. En cuanto a cuándo podrás marcharte... espero que puedas darme al menos algunos días para hacer algunas averiguaciones- continuó en voz mesurada. En el peor de los casos, si realmente quería escapar, no podría salir del país. De eso sí que se había asegurado, y tenía su pasaporte a buen recaudo. Habían alternativas pero... esperaba realmente que al menos se diese cuenta de que no quería dañarla.
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Mensaje por Rosie Connelly Mar Ago 28, 2012 1:23 pm

Mucho antes de que él rompiera con el silencio, sus ojos volvieron a funcionar con normalidad, pudiendo ver nítidamente el rostro de quien acababa de comprarla. Parecía extraño estar observando esos impresionantes ojos azules y sentirse irracionalmente tranquila. Tal vez era porque continuaba dopada, era alguna reacción derivada del shock o… en realidad, podían ser muchas razones, después de todo era una situación extraña.

Al oír parte de sus datos personales, sintió un retortijón en el estómago e inconscientemente llevó una mano a la puerta, sin embargo al escuchar que él no la tenía precisamente como mascota y que en realidad ahora era libre y podía marcharse, su semblante se suavizó, pero fue su primer error ya que no alcanzó a pestañear cuando esta idea fue destrozada con el dato de que, al parecer, era “libre” pero resulta que todavía no sería liberada, quedando encerrada en otra cárcel. La única diferencia estaba en que, por lo visto, ahora sería recluida en su casa, no en el burdel. Los datos sobre el acceso a cualquier parte de su casa, los cerrojos, o cualquier otro que pudiera haber dado no los escuchó, reflexionando su nueva condición.

-Entonces… no estoy aquí como esclava sexual. – Se tomó unos momentos para continuar- Estoy secuestrada.- Era el hámster o canario encerrado en la jaula. Que maravilloso.-Te voy a hacer dos preguntas. Tú decides si responder o no: ¿Qué te hace pensar que no encontraré la manera de escapar de aquí? - Entre su hogar o el de cualquiera y el Velvet existía una enorme diferencia. Allá el sistema de seguridad era bueno, y aun así logró escapar un par de veces por el día para dar sus paseos por la ciudad. Todavía sintiendo su cuerpo adormilado, se acomodó en su asiento para quedar mirándolo más cómoda- y dos,- se recogió el cabello con una mano y acomodo tras sus hombros, pero las cortas hebras volvieron a caer sobre sus hombros, creando un marco dorado en torno a sus pálidas y frágiles facciones- ¿Por qué…- “me ayudaste” quiso preguntar, pero no se sintió preparada para la respuesta, fuera cual fuera, por lo que decidió retroceder haciendo una pregunta que consideró distractora -¿Comentaron algo los guardias?- buena pregunta, pensó. Eso encaminaría la plática a su mal genio y tácticas de defensa, las que no siempre resultaban, pero eran capaces de complicar bastante el plan de cualquiera, convirtiéndose en una verdadera piedra en el zapato.

Guardó silencio esperando sus respuestas. Mientras estaba en ello, el gruñido de su estomago encendió sus mejillas e hizo que llevara las manos a esta zona. Con muchísima vergüenza se mordió el interior de las mejillas e intento fingir que no había pasado nada, pero era difícil hacer eso cuando a su mente venía el recuerdo del poco alimento ingerido desde su salida de casa y los kilos perdidos a lo largo de los días. En el fondo, sabía que existía la posibilidad de que esto fuese por depresión, pero se negaba a creer en ello. No podía ser eso. Nunca estaba triste por más de unos minutos u horas. Si podía sentirse sumamente preocupada e intranquila, perdiendo el apetito y sueño, pero ¿qué eso se considerase depresión? No. No iba a permitir siguiera soltar aquella palabra de sus labios. Rose y esa palabra no iban en la misma oración.
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Mensaje por Gunnar Byström Miér Ago 29, 2012 9:54 pm

No pudo decir en qué momento exactamente fue que sucedió, pero de un instante a otro pudo darse cuenta de que los ojos de la chica habían vuelto a tener su habitual brillo, en contraste con la opacidad que había notado en ellos antes, asumiendo que eran producto de la droga que le habían administrado. Por cierto, ¡qué extraño que era siquiera pensar en un concepto tal como "su habitual brillo! Después de todo, el pensar de esa manera haría parecer que la conociera a fondo, que hubiese visto sus ojos en innumerables ocasiones e infinitas circunstancias, y si bien sí era cierto que los había visto bajo el influjo de diversas emociones, también era cierto que se trataba de apenas la segunda vez que sus caminos se cruzaban. Y qué tan diferentes habían sido las ocasiones que ahora se veía responsable del destino de ella, no porque nadie más se lo impusiera, nadie más que él mismo.

Observó cada uno de los gestos que producían sus propias palabras en ella, desde el momento en que empezó a enumerar aquellos datos que, teóricamente, no tendría por qué saber, aunque la razón para que estuviera enterado de ellos era de lo más mundana. Después de todo, no era que los estuviera adivinando ni leyendo en su mente, sino que los había sacado de entre algunos de los que estaban reflejados en aquellos expedientes. Y el efecto que algo así había producido en ella, el ansia de huir, no le era en absoluto extraña, aunque por alguna razón le producía algo parecido a cierto dolor que no hubiese podido precisar ni en tipo ni en localización. Fue siguiendo la evolución de sus reacciones, desde aquel impulso hasta su silencio pensativo, pasando por supuesto por aquel alivio que se vio roto apenas segundos después.

-Si quieres pensarlo de esa manera, es decisión tuya-
le respondió de una manera casi cortante, dolido sin saberlo porque se lo hubiera tomado así, al parecer ignorando por completo todo lo demás que le había dicho. Sin embargo, la entendía. Entendía incluso que pudiera odiarlo por, poniéndose quizás en el lugar de ella, "creerse con el derecho de poner un precio sobre una vida humana", un argumento que no le extrañaría escuchar de parte de ella y que incluso se había esperado. Por ello, y también principalmente por el entrenamiento y costumbre que habían regido su vida por un espacio de años, no exteriorizó más allá de esas palabras su malestar, aunque sus pupilas redujeron levemente su tamaño como respuesta física necesaria. Por lo demás, ¿por qué no responder a sus preguntas? Ya le había dado, indirectamente, un derecho bastante amplio sobre su propia vida sin que él mismo lo hubiese notado, así que satisfacer su necesidad de saber era algo que no debería costarle mucho.

-No parece que me hayas oído. Tendrás las llaves. No tendrás un rastreador ni nada parecido. Si quieres marcharte, hazlo-
dictaminó, apartando su mirada de ella y sintiendo apenas una nota de amargura en su voz, lo que le obligaba a evitar que más que eso saliera a la luz. -¿Y qué más te da si los guardias dijeron algo? A menos que decidas por tu cuenta volver a verlos, da exactamente lo mismo. Y, sinceramente, si llegas a hacer algo así, sería bastante estúpido- sentenció, saliendo del automóvil sin volver a mirarla. No debía, no quería mostrar nada más, principalmente porque no lo quería ver ni siquiera él mismo. Le había costado demasiado llegar a ser el hombre que era como para permitirse tener momentos de debilidad, como consideraba a cualquier rastro de sentimiento, del tipo que fuese, que quisiera salir de su fría carcasa y tumba.

Por cierto que escuchó el sonido del estómago de la chica, pero no reaccionó como había planificado. Algo pudo más que él mismo y, sacando las llaves que le había destinado, las dejó caer en el asiento que había estado ocupando. -Hay comida en el refrigerador. Hay un microondas. La mesa está puesta. Si quieres comer, hazlo. Si quieres huir... Haz lo que quieras- fueron las palabras que salieron de sus labios, abriendo después la puerta del garage que conectaba con la casa y dejándola abierta. Por su parte, si había tenido hambre, había perdido el apetito, así que se metió en su habitación, cerrando la puerta y procediendo a cambiarse de ropa.
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Mensaje por Rosie Connelly Miér Ago 29, 2012 11:52 pm

Ahí quedo, sola en el interior del automóvil todavía con el cinturón de seguridad. Después de escucharlo alejarse de ella, soltó el aire de sus pulmones y desvió los ojos a las llaves que él dejó caer. Era cierto que sus palabras le dolieron como latigazos, pero también notó que bajo toda esa tosquedad hubo un atisbo de dolor en él, y por más que lo hubiese intentado ocultar desviando la vista, ella lo sintió como propio. Ello le hizo meditar la posibilidad de que tal vez Gunnar no estaba mintiendo. ¿Pero porque iba a tomarse tantas molestias? ¿Por qué iba a gastar cualquier suma de dinero por ella? ¡No la conocía! ¡Podía ser una homicida! y él ¿aun así le ayudo y trajo a su hogar?...¿sólo porque… si? En silencio se liberó del cinturón y extendió un brazo para capturar la llave entre los dedos. Abrió su puerta y salió, cerrándola con suavidad para después hacer lo mismo con la de él que había dejado abierta por la prisa. Se detuvo a observar todo a su alrededor y tal cual como había visto en el coche, aquí también todo estaba sumamente ordenado. Todo estaba en su lugar, todo, salvo ella. Frunció el ceño y apretó la mandíbula, girando para dirigirse a la casa por la puerta que conectaba el garaje con el territorio de Gunnar. Se detuvo en el marco de la puerta y dudo un momento si dormir en el automóvil, huir o ingresar a su hogar. Fue trascendental en su decisión el recuerdo de aquellos atentos ojos puestos en ella.

Confundida por lo que éste recuerdo desencadeno confusos sentimientos en su pecho, cruzó la puerta frotándose el pecho con una mano. Tenía que quedarse allí, al menos por unos días, animó su corazón, no así su mente que continuaba con las interrogantes, pero tal cual como otras veces, fue fiel a su corazonada, decidiendo dar una oportunidad.

-¿Gunnar?- llamó con voz dubitativa, caminando lo suficiente hasta encontrar la cocina, en donde apenas vio el refrigerador, corrió a abrirlo, encontrándose con un sinfín de alimentos, ideales para hacer una buena cena, sólo le faltaban 2 ingredientes, por lo que abrió todos los cajones habidos y por haber hasta que los encontró, sonriendo abiertamente, como hace mucho tiempo no hacía. –Manos a la obra- susurró sacando dichos ingredientes para depositarlos en el mueble frente a ella.

Pasaron alrededor de 2 horas, entre muchos desaciertos hasta que al final logró una fuente de humeantes gnocchi de espinacas con salsa de tres quesos que observó muy orgullosa y divertida imaginando la reacción horrorizada de su nonna al ver el desastre en la cocina, más que de la pequeña fuente con bolitas verdes. Rápidamente fue por el plato sobre la mesa para servirse antes de que la cena se enfriara, sirviendose una abundante porción de gnocchi, ya con su plato listo se sentó a comer, pinchando una bolita verde bañada en la salsa, pero la detuvo a mitad de camino hacia su boca. “Él no ha comido” recordó bajando el tenedor. Se puso de pie y fue por el otro plato en el que depositó otra abundante ración. Pensó en llamarlo, sin embargo supuso que no vendría, no tenía porqué hacerlo. Le tomó varios minutos llegar a las bandejas, al encontrarlas escogió la que a su parecer era la mas bonita para el plato, y después de acomodar todo sobre esta, caminó por el pasillo sin poder evitar reparar en que la casa estaba vacía, casi como si no viviese nadie allí desde hace muuucho tiempo. De todas las puertas que vió, sólo había una cerrada por lo que supuso que conducía al dormitorio de él. Sin nada que perder, equilibró el peso de la bandeja en una mano, usando la otra para golpear suavemente la puerta con los nudillos.

-No has comido nada.- Comentó mirando hacia todas direcciones intentando encontrar las palabras adecuadas para lograr sacarlo de allí.- Tienes una casa muy bonita.- En parte era verdad, sólo estaba muy vacía. Al no obtener respuesta apoyó un costado de su cuerpo en la puerta y golpeó despacio la superficie con su nuca.-¿Te gustan los gnocchi. Si es así…- Observando el suelo, siguió- voy a dejar la bandeja en la entrada, ¿esta bien? – Dijo flexionando las rodillas cumpliendo con sus palabras- Y…yo…- Se puso de pie abrazándose a sí misma – Lamento haberte ofendido… estaba asustada y con mucha tristeza... – Pudo ser idea suya pero el silencio se hizo eterno, así que, sin nada más que acotar y sintiéndose más sola que nunca, regresó a la cocina a lavar los trastos y dejar todo tan limpio como estaba antes de que llegase el huracán Rosie.
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Mensaje por Gunnar Byström Jue Ago 30, 2012 8:23 pm

Ofuscado como estaba, pensó que en cualquier momento que escucharía el motor del auto ponerse en funcionamiento, porque había dejado las llaves puestas en el contacto, y que eso sería lo último que sabría de Rose. Rosie. Podría haberlo hecho, que el vehículo contaba con suficiente combustible como para un viaje largo, descontando lo ocupado durante el tiempo de espera a que ella despertase, además de tener sus cosas en el guardaequipajes, e incluso sus documentos ahí mismo. Era cosa de que se decidiera a ello y podía ser libre sin más, que suponía que al menos le dejaría el automóvil en algún lugar para que lo recuperase después, además de ayudarle esto en su huida si seguía estando desconfiada de sus intenciones. Sin embargo esto no ocurrió y en lugar de eso lo que alcanzó a escuchar fueron las puertas del automóvil cerrarse y luego, de la misma manera, la que conducía del garage a la casa, lo que apuntaba a que no estaba huyendo. Al menos no todavía. Cabía la posibilidad de que no supiera conducir, o que el hambre le pudiese más. Bien, entonces podía abastecerse de lo que quisiera y marcharse. Después de todo, ¿por qué tenía que preocuparse él de revisar que todo estuviera bien antes de "dar su permiso", su beneplácito, para que tomase su propio camino? No era nada de ella ni ella de él, y era una soberana tontería siquiera haber considerado darse la molestia de hacer todo eso. El problema estaba, para él, en que algo dentro de sí lo empujaba a esa acción, a tomar cartas en un asunto que debería darle exactamente lo mismo de no hacerlo. Y eso era lo que lo irritaba más, al darse cuenta de que ella tenía razón en tomarlo como se le diera la gana.

La escuchó llamar su nombre por primera vez y tuvo la extraña sensación de haberse saltado un latido de corazón a la vez que por un momento su ritmo cardíaco se incrementaba por instantes, aunque ello, sumado al disgusto anterior, no le daba para nada la tranquilidad a la que estaba acostumbrado, haciéndole arrugar su ceño. De todas maneras, no contestó. Si lo que quería ella era sentirse segura, seguro que preferiría sentirse sola en la casa, y sería más fácil pensar que lo estaba si es que la dejaba en paz. Dejarse en paz mutuamente, eso debería funcionar hasta que tomase lo que necesitaba para marcharse de su vida. "Y todos en paz" se dijo a sí mismo, recostado en la cama y mirando al techo, por más que una presión en su pecho le demostró que aquel pensamiento, el de estar en paz por medio de la ausencia de la chica, no le era realmente agradable, que no llegaría nunca más a volver a tener paz mientras no supiera en qué estaba, cómo estaba, y que estaba bien. Y lo odiaba. Odiaba aquella sensación de dependencia a través de lo que reconocía como una necesidad de cuidar de ella, una necesidad que no entendía y a la cual no le veía ni utilidad, ni pies ni cabeza.

Cerró los ojos, dando por finalizada la contemplación del cielorraso, pero no con intención de dormir ni nada parecido, sino que buscando de esa manera una amplificación de su sentido del oído, concentrándose en escuchar lo que asumía serían las últimas señales de la chica Connelly antes de irse. Así concentrado, fue consciente de la manera en que el refrigerador se abría y cerraba varias veces, los cajones y puertas de las alacenas eran abiertos y cerrados de la misma manera y utensilios eran puestos en diferentes lugares sobre el mesón. No pudo reprimir una pequeña sonrisa. Había abastecido bien la despensa y el refrigerador, aunque no había tomado en cuenta el punto de quién cocinaría. Él por su cuenta llevaba años sin hacerlo, así que quizás había asumido que ella lo haría o que conseguiría a alguien para esa labor. Daba lo mismo, parecía que ella se las arreglaría.

El ruido de lo que ocurría en la cocina logró lo que pensó que no pasaría: lo adormeció y lo sumió en un sueño bastante tranquilo. No tuvo idea de cuánto tiempo había pasado, pues despertó con unos suaves golpes sobre la madera de su puerta, sintiéndose descansado, escuchando la voz de ella a través de la misma, en frases desconectadas. Le tomó unos cuantos momentos localizarse, recordar lo que había pasado, y se levantó, abriendo la puerta, esperando encontrársela ahí, aunque sin planificar, como estaba acostumbrado, sus propias acciones al respecto. No hubiera sido necesario, que ella no estaba ahí, sino que tan solo una bandeja con un plato que olía muy bien. Se lo quedó mirando por unos momentos, mientras oía actividad en la cocina, y finalmente pasó por sobre la bandeja, yendo hacia la puerta de aquella habitación y parándose en el dintel de la puerta con los jeans y polera con los que vestía ahora, mirándola y apoyando su espalda en uno de los lados, mirándola mientras lavaba la loza sucia, intentando ordenar sus pensamientos.
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Mensaje por Rosie Connelly Sáb Sep 01, 2012 1:29 am

Otra vez en la cocina observó su plato que cada vez humeaba menos, pero ni así pensó en comer. Ya no tenía apetito.Lo mejor sería guardar la cena para el día siguiente, reflexionó tomando su plato de gnocchi que vació en la fuente.

¿Por qué tuvo que decir eso? o ¿por qué Gunnar iba a actuar como si le importara cómo se encontraba? Sintiéndose sumamente tonta, se fue despojando lentamente de su coraza y sin proferir ni media palabra, se dejó caer en una de las sillas, contemplando el vacío. No pertenecía ahí y para su pesar, tampoco en su antiguo hogar del que la habían desterrado sin explicación. ¿Entonces donde? Agotada de estar constantemente luchando por mantenerse bien anímicamente o, al menos, no decaer, dejo fluir un riachuelo de lágrimas que ocultó tras sus manos, subiendo los pies a la silla para quedar como un ovillo de lana. Se sentía abandonada y traicionada. Desde su llegada a Finlandia ¿sus padres se habrán preguntado sobre la condición en que se encontraba su única hija?¿habrán intentado buscarla? Con una amarga sonrisa se secó las lágrimas. Sabía la respuesta.

Ellos siempre tuvieron otras cosas que hacer en vez de criarla, dejándola a cargo de su abuela, decisión que agradecía desde el fondo de su alma y también siempre agradeció a ella en vida pero, ¿tanto desapego con ella? No es que hubiese sido de las hijitas caprichosas y demandantes. Vamos. Incluso, si hubiesen llegado al Velvet una semana después con intenciones de rescatarla, ella los habría perdonado, y, siendo francos, ahora también. Pero no. La habían desechado como a un jarrón roto. Lamentablemente, esto no sólo se limitaba a sus padres. Louis, su primer novio también la desechó. Él fue una de las contrataciones de sus padres para hacer de maestro particular, tenía 4 años más que ella y se conocían desde pequeños ya que era el hijo de uno de los empleados de la mansión. Desde temprana edad demostró su interés por ella hasta que, a la edad de 17 años y después de varias peticiones, aceptó ser su novia. Fue muy feliz con él hasta que se enteró, por el padre de Louis, que estaba de novio con una compañera de Universidad, así que… si. Fue bastante triste. Desde luego que habló con él, quien le confesó que todo era cierto, pero que todo fue por su culpa, por no cuidar de él. Apostaba un brazo a que su novia lo hacía de todas las formas habidas y por haber. Nunca le permitió ir más allá de los besos, por muy intenso que fuese, y con intenso no quería decir otra cosa más que agresivo e insistente. Pero estaba conforme con eso, sabía que las relaciones amorosas nunca eran perfectas y que los hombres a veces necesitaban otro tipo de demostraciones afectivas. El asunto era que no se sentía lista para dar ese paso, por lo mismo, él buscó en otro lugar lo cual podía comprender, no era justo que se privara de cosas estando con ella, pero al menos que no le hiciera creer que seguían juntos, porque él ya no lo sentía ni veía así. En este sentido, fue Louis quien quebró con ella, sólo que ella todavía no era informada al respecto.

Con un suspiro se puso de pie, necesitando dejar atrás todos esos recuerdos, pero la idea de ser desechada eternamente era difícil de descartar. Sobre todo con su prontuario. A lo mejor, efectivamente estaba destinada a ser de las que quedaba al final en la selección de equipos. A formar parte del equipo B, o Z, lo cual, fuese cierto o no, dolía igual.

Aún en silencio se secó otra lágrima que surcó una mejilla y maldijo en voz baja. ¿Qué era lo que la hacía ser vista como alguien tan desechable? No tenía ni la menor idea, lo único que tenía claro era que por lo visto, no estaba en posición de elegir a quien amar, sólo de aceptar hasta que se aburrieran y fueran por algo o alguien mejor. Cansada, tanto física como emocionalmente, recordó que antes de dormir necesitaba terminar con su tarea, regresando al lavaplatos. Iba a abrir la llave cuando, al escuchar unos pasos desde la distancia, sus ojos se abrieron de golpe y aun con la loza sucia, enseguida dio media vuelta, entrecerrando los ojos para agudizar la vista hacia las sombras que se aglomeraban en la entrada de la cocina. Desde allí se encontró con un atisbo de él, con un atisbo de sus ojos brillando en la oscuridad gracias al reflejo de la iluminación en su mirada azul. Sin saber que decir volvió a darle la espalda para evadirlo, concentrándose en lavar lo que le quedaba. Contó cada segundo con el pie en el suelo, ansiando que le diga algo. Cualquier cosa. Al no ocurrir nada y ya con todo listo, se secó las manos en el paño, dejando estilar la loza a un costado. Dio media vuelta, apoyó las manos en el borde del lavaplatos y desde ahí lo contempló en silencio, ruborizándose por la fijeza con que él la miraba, e intentando sosegar el latido de su corazón y el caos que tenía en su mente. Esta vez no diría nada, simplemente esperaría a escuchar lo que tuviese que decir.
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Mensaje por Gunnar Byström Dom Sep 02, 2012 9:27 pm

El aroma que llenaba la casa era algo completamente nuevo. No porque jamás hubiera habido bajo aquel techo algo que tuviese un olor similar, que de todas maneras sí podría ser el caso, sino porque era la primera vez desde que vivía ahí que alguien cocinaba algo tan elaborado. Después de todo, la mayor parte del tiempo Gunnar se las arreglaba para comer afuera, ya fuese en restaurantes o en la oficina con algo que pidiese que le llevasen. El resto del tiempo se podía fácilmente decir que sin excepción se trataba de él preparándose alguna cosa por lo demás sencilla, nada que pasase más allá de platos que pudiera preparar en 30 minutos o menos, siendo que su despensa hasta el momento tenía básicamente fideos instantáneos, arroz listo para hervir y servir con diferentes acompañamientos y cosas de ese estilo, mientras que el refrigerador no solía tener más allá de salchichas, hamburguesas y huevos. Sí tenía también algunas verduras, vegetales y frutas, pero principalmente debido a que no tomaba mucho tiempo su preparación, y así había ido viviendo hasta entonces. Había una señora que venía dos días a la semana, pero se encargaba más bien de hacer el aseo, mientras que por otra parte el jardinero iba 2 veces al mes para dejar el jardín algo decente, y la gracia que tenía el arreglo con ellos era que no tenía que tratarlos directamente. Por supuesto, todo esto no quería decir que en su vida hubiera tenido comidas más elaboradas, y en realidad sí podía hacer cosas más complejas. La diferencia estaba en que eso era cosa de otra vida, de la vida con Candance, cuando pensaba que era feliz, y así como era en otra vida, también lo era en otra casa, que había vendido tiempo atrás para no tener nada que se la recordase si podía evitarlo.

Sabía que ella se había dado cuenta de su presencia en la puerta, y es que no había que se un observador excepcional para ello, Después de todo, había girado su rostro hacia él antes de ponerse a lavar las cosas como si la apurasen, como si estuviera presionándola para que terminase pronto, o sino simplemente como si quisiera ocultarse en la actividad, haciendo que de esa manera tuviese una excusa para no decir nada más. Por su parte, pensó en hacerle la pregunta que le había llevado hasta ese punto, pero decidió esperar a que el ruido que hacía el agua al correr y al chocar contra las piezas de vajilla y ollas y todos los utensilios que había usado para cocinar. Después de todo, no quería que entendiese cualquier cosa y llevarse otro momento de incomodidad que tendría que ocultar de alguna manera.

Finalmente terminó con su actividad, girándose una vez para mirarlo en silencio, sin decir nada más. Todavía recordaba, estaba en sus oídos, la manera en que se había disculpado, las palabras que había usado, y por ellas era que no quería sonar tan seco como sabía que podía ser y que en general era. Así, pues, dejó pasar unos segundos más de silencio antes de tomar la palabra. -¿Hasta cuándo decidiste quedarte?- le preguntó al final, con un tono que implicaba que podía ser indefinidamente o hasta arreglarse y preparar algo de comida para llevar. Sin embargo, sabía que no era suficiente, que bien podía ser malinterpretado, así que segundos después continuó. -Tus cosas están en el maletero del automóvil, y puedo llevarlas al cuarto que está destinado para ti. Hay un baño independiente ahí, y tienes las llaves a tu disposición. Y si quieres irte... Dime hacia dónde y te dejaré en camino- le dijo mesuradamente, mirándola directamente a los ojos. No era que quisiera que se fuera, para nada, aunque no sabía el por qué de aquel impulso.
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Mensaje por Rosie Connelly Mar Sep 04, 2012 1:33 am

Antes de que ella pudiera pronunciar una palabra en respuesta a su pregunta, el prosiguió con más información que terminó por entregarle otro par de piezas en el puzzle. Él hizo todo esto para ayudarla, aun cuando se esforzó en rechazar su ayuda a pasos del Velvet, aquella noche él no aceptó ninguno de sus argumentos como validos para desistir a su idea de ayudarle.

— Necesito un par de semanas…— informó desviando la vista al piso de baldosas. Apretó la yema de los dedos en el borde del lavaplatos. Sabía que no era información suficiente. — así me darías tiempo para conseguir trabajo y tal vez, con un adelanto, pueda optar a algún hospedaje. — Estaba demasiado cansada y demasiado inestable emocionalmente. —Y mientras no reciba respuesta, podría ayudarte en las tareas de la casa. En la mía solía encargarme del jardín y cuando, — hizo una pausa para alzar la mirada y encontrarse con su mirada penetrante. — cuando el Sr. Fabbreschi, el caballero que nos cocinaba, dejo de ir y mi nonna quedo postrada en cama, quedé a cargo de la cocina. Por eso sé preparar muchos platillos y estoy más que segura de que si me das una lista de lo que no te gusta, podría seguir cocinándote sin riesgo a equivocarme. — En silencio evaluó cada una de las palabras que quería decir para no ofender o incomodar— Mientras hacía los gnocchi noté que casi todos los utensilios están nuevos. — Sonrió ocultando sus ojos bajo largas pestañas en forma de medialuna. Le causaba una muy confusa satisfacción descubrir algo más acerca de él, algo que, de no encontrarse allí, jamás habría imaginado.— Probablemente comes fuera de casa. Eso implica terminar pagando grandes sumas de dinero. — Que por lo demás, sabía que no le significaban mucho, sin embargo, eso no explicaba el porqué de tener tan vacía su morada. Por el lujoso automóvil y el traje que usaba la primera vez que lo vio, estaba claro que dinero no le faltaba, y a pesar de esto, su casa se veía como una muy deshabitada. De no ser por la limpieza, fácilmente habría parecido deshabitada por años.

En ninguna parte se apreciaba el ya clásico “Hogar, dulce hogar”. A decir verdad, no se trataba de que con cada paso dado terminara tropezando con juguetes infantiles desparramados por todas partes, encontrar un lindo jarrón con girasoles en la mesa de centro, o una pared decorada con marcos en los que hubiera fotografías familiares. Aquí todo era sumamente impersonal, como si hubiese parado allí meramente porque estaba de paso, no por haber sido el resultado de una selección para instaurarse junto a, bueno, todo lo hermoso que le podría deparar la vida.

Se pasó el dorso de la mano por una mejilla en un movimiento casual, evitando parecer como si acabase de llorar, y así mismo, demostrando un relajo que no poseía del todo.

—¿Te parece bien? Pienso que saldrías ganando. En realidad…— con un fruncimiento de ceño, agregó —, ambos. — Por desgracia, él traía la misma expresión neutral, tan neutral que terminó conteniendo el aliento. Odiaba no reconocer sentimiento alguno a través de esos bellos y gélidos ojos azules. Sin perder el contacto visual con él, se acercó a una de las sillas en donde terminó por sentarse-—Antes de conocerte…—Dudó, frotando el punto entre los ojos. Renunciando a la idea de continuar con aquel tema, se sujetó de lo último dicho por el hombre.— Si, por favor. Me gustaría recuperar mis pertenencias y conocer ese cuarto. — respondió quedamente.


Última edición por Rosie Connelly el Miér Sep 05, 2012 7:48 pm, editado 1 vez
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Medidas extremas para situaciones extremas [Gunnar] Empty Re: Medidas extremas para situaciones extremas [Gunnar]

Mensaje por Gunnar Byström Miér Sep 05, 2012 5:22 pm

Una vez expuestos los puntos que tenía en mente, que en realidad no eran tan nuevos aparte de la información que le acababa de dar sobre su ropa y demás cosas que habían traído desde el club en el guardaequipajes del automóvil, se quedó en silencio, disponiéndose a escuchar la respuesta que vendría de su parte, que al menos asumía que no se quedaría callada, mucho menos considerando cómo le atañía aquel asunto.

No se hizo esperar mucho, y al recibirla se sintió bastante conforme, no solamente porque estaban quedando las cosas de tal manera que ella no abandonaría su lado o, más bien, su casa, por aquel par de semanas que había considerado ella, sino principalmente porque al fin y al cabo el que hubiera llegado a esa conclusión también quería decir que después de todo era una chica juiciosa y se había pensado bien las cosas en el tiempo del que había dispuesto, además del indicio que daba en la dirección de que había dejado de desconfiar en él, al menos lo suficiente como para llegar a la conclusión de que, con las facilidades que le estaba ofreciendo, sería soportable el aceptar su ofrecimiento. Por supuesto, no podía estar seguro de que eso quisiera decir que estaba confiando en él por completo, pero tampoco aspiraba a eso, mucho menos si se ponía a pensar todo lo por lo que había pasado ella, no tan solo desde el momento en que había sido separada de su familia sino hasta apenas hace unas horas atrás, y ni siquiera intentaría cualquier cosas que pareciese forzarla a confiar en él, pues entendía que sería contraproducente. Sin embargo, hubo un comentario que no pudo dejar pasar sin más.

-Si así es como quieres manejarlo, está bien, aunque no tendrías por qué necesitar hospedarte en algún otro lado-
apuntó, sin insistir más al respecto. Ya le había dicho que era libre de hacer lo que quisiera e ir a donde se le ocurriese, y no se iba a retractar de eso. -En cuanto a lo de querer tomar esas tareas, puedes tomarlas. Me imagino que no querrás quedarte ociosa todo el día. En cuanto a los implementos que necesites o lo que corresponda para la cocina, me puedes hacer una lista para ir a hacer las compras o bien te puedo dejar dinero para que lo hagas por tu cuenta. No necesitas decidirlo ahora, simplemente házmelo saber- le dijo, habiendo sabido hasta cierto punto que ella querría algún arreglo así en caso de quedarse en su casa. Después de todo, había visto lo diligente que era ella durante el episodio en el restaurante de la señora Donovan. Por su parte, él también podría tener su tiempo para hacer esa lista que había mencionado ella con las cosas que no le gustaban. No es que fuera muy mañoso, tampoco, que en particular a raíz de su enfermedad había aprendido a comer bien y casi de todo, aunque eso no quería decir que no tuviera más preferencias.

Muy a su sorpresa, se encontró sonriendo en respuesta a la curvatura de los labios que apareció en el rostro de ella. No era algo que hubiese controlado, sino prácticamente un acto reflejo que, en lugar de deberse como tantos otros a un estímulo desagradable, se correspondía a algo que le daba una sensación de bienestar que no podía llegar a calificar ni a explicarse. Como respuesta a su observación sobre los utensilios poco usados en la cocina simplemente se alzó de hombros.

-Suena como un trato justo, de todas maneras. No tengo nada de lo que quejarme-
le contestó, habiendo pasado el momento en que había sonreído antes de que abriese los ojos nuevamente. Prácticamente se había obligado a recuperar su expresión anterior, que ya era suficiente con no entender él la razón de aquella reacción como para que ella lo viera e intentase cuestionársela. Simplemente, no podría habérselo respondido.

-¿Antes de que me conocieses...?-
la animó a seguir, pero ella se interrumpió en aquello, sin parecer querer continuar, cambiando el tema. -Sígueme- le dijo, saliendo de la cocina y yendo a su automóvil, sacando la caja y pasándosela a ella, ya que tenía menos cosas y era menos pesada, tomando por su parte el bolso, y volvió a entrar en la casa, siguiendo por el pasillo y abriendo una puerta que, en lugar de tener una habitación, tenía una escalera en caracol que conducía al segundo piso, algo menor que el primero, pero con casi completa independencia, como si se tratase de un departamento. Las llaves que le había pasado pertenecían a la puerta inferior.
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Mensaje por Rosie Connelly Dom Sep 09, 2012 6:13 pm

Volviendo al garaje se produjo un brusco silencio en el que sin pronunciar palabra, lo estudió nuevamente, igual que al lugar en sí, casi como una necesidad por descubrir más cosas acerca de él. Con el corazón palpitante de detuvo a reparar que… ¿él guardó su ropa y pertenencias? Sin poder evitarlo, sus mejillas se sonrojaron ante la idea de Gunnar manipulando su ropa interior, pero no se atrevió a decir nada al respecto, por pudor a escuchar que efectivamente fue él quien guardo sus cosas. Recibió la caja sin mayor dificultad, para después notar que él se prestó a cargar el bolso atiborrado de sus cosas, cosas que no tenía porqué pedir o cargar en este momento. ¿Cómo era posible que un hombre que desprendía frialdad tuviese gestos tan cálidos? Era extraño, caviló. Era como si más allá de hacérsele difícil el ser amistoso con alguien, simplemente se lo prohibiera a sí mismo. Esto parecía tener relación con la exesposa.

Teniendo el bolso acomodado en el hombro, lo vio marcharse otra vez hacia el interior de la casa, por lo que lo siguió trotando un par de pasos hasta volver a su lado con la caja en los brazos. Llegado el momento de abrir aquella puerta, se imaginó un dormitorio igual al resto de la casa, ya sabes, vacío, sin embargo se encontró con una escalera en caracol que observó incrédula hacia arriba. Con que había segundo piso…¿y ahora que?¿La dejaría sola allí arriba? ¿encerra…no. ¡El no iba a hacerle daño!. Lo sabía. Y si era completamente honesta. Siempre lo supo y por nada en específico, pero el temor seguía asentado en su interior. Después de varias semanas en las que no pararon de decirle en qué consistía ser sex slave y posteriormente, haber sido comprada, obviamente bajo el mismo patrón ilegal, era perturbador, pero con cada pieza del rompecabezas llamado Gunnar se sentía menos temerosa.

Bajo la caja ciñendo el cejo, se sopló un mechón de pelo del rostro y cruzó los brazos. -¿Cenaste?- preguntó mirándolo con fijeza. – Dime que al menos los probaste. Si hay algo que no me agrada, es que no se coman lo que cocino.- Advirtió queriendo transmitir furia, pero estaba preparada para causar diversión. Sin dar aviso, tomo con ambas manos el bolso que colgaba de su hombro y lo tironeó hacia abajo, luego lo tomó del brazo y tironeó en dirección a la cocina.- Vamos. No dormiré tranquila hasta saber que cenaste. – Reconoció sin miramientos. Con su "saber que cenaste" no quería decir otra cosa más que: verlo cenar. - Ahora, serás buen niño ¿entendido?- pidió más como si se tratara de una exigencia, plenamente consciente de aquello. Era por su bien, y por lo mismo no pediría disculpas, se dijo terminando con una sonrisa.

Después de mucho tiempo, volvía a sentirse libre. Era cierto que todo había cambiado y no sólo en lo relacionado con su familia y hogar, también en cuanto a ella, tanto exterior como interiormente, no era la misma Rosie de antes, ahora se veía como una persona mucho más preparada para enfrentarse al mundo, porque, la Rose de casa, jamás habría imaginado golpear a gente, ni siquiera por defensa personal, pero ahora si. La Rose de antes, ni siquiera habría pensado en robar para comer y ahora, si se daba el caso, lo haría, con culpabilidad de por medio, pero lo haría, porque era necesario, pero claro, lo justo y preciso.

Su barbilla se levantó, y por un momento sus ojos brillaron de desafío y diversión.

– Te aseguro que te gustarán. Es la receta de mi nonna- dijo aun tironeando de él, sin hacerle daño.
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Mensaje por Gunnar Byström Sáb Sep 15, 2012 1:55 pm

Mientras hacían el no tan largo recorrido de vuelta al garaje pudo sentir la mirada de Rose sobre sí, o al menos eso le pareció. Por supuesto, esto no tendría por qué ser algo extraño, que después de todo ella venía detrás de él, por lo que era incluso obvio que le miraría la espalda al menos, pero el punto no era ése, sino que era otro tipo de mirada el que le parecía estar atrayendo. De nuevo, tampoco era tan extraño si se pensaba lógicamente y se ponía aunque fuera un poco en el lugar de ella, pues tenía perfecto sentido que todavía tuviera sus dudas, si es que no las tenía aún todas encima, sobre cuál era el propósito de Gunnar para tanta hospitalidad y generosidad, quizás incluso aumentando su desconfianza. Después de todo, de haber él estado en su lugar, habría sido justamente eso lo que habría provocado. Y es que si ni siquiera él mismo tenía claro por qué estaba haciendo todo ello, no iba a esperar que ella lo adivinase para hacerle el trabajo más fácil.

También notó que ella ponía atención en que él había puesto sobre sí la tarea de llevar el bolso, que no estaba tan liviano, a su dormitorio, y agradeció mentalmente que no le cuestionase ese gesto, que ya de por sí le era difícil reconciliarlo con quién había sido por tantos años sin necesidad de que se lo cuestionase también ella. De hecho, aunque sí se había admitido a sí mismo que le agradaba el sonido de su voz, en ese particular momento cuando todas aquellas dudas podrían haberse cristalizado en preguntas, realmente agradecía el silencio en el que se hallaban envueltos fuera del sonido de sus pasos sobre el piso y, posteriormente las escaleras. En realidad, casi podía decir que quería oírla hablar de nuevo, pero no con el tono que había llegado a tener cuando tenía todas sus barreras levantadas, sino con aquel con el que la había conocido, aquel con el que le había hablado durante su viaje a través de la ciudad desde el restaurante de la señora Donovan.

Sin embargo, el tono que usó cuando finalmente habló no era el que quería oír, pero al menos tampoco era el que había adoptado anteriormente y eso ya era un avance. Estuvo a punto de sonreír y negó con la cabeza para contestarle. -No, aún no he cenado, ni probé lo que preparaste, aunque huele bien- alcanzó a decirle antes de que, sin aviso alguno, se viese despojado del bolso, tomado por el brazo y tironeado para que la acompañase. La sonrisa en él estaba todavía luchando por surgir a la luz, sin lograrlo aún, pero aunque podría haberse resistido con facilidad, no lo hizo, dejándose llevar y, finalmente, cuando la sonrisa de ella floreció, así lo hizo la suya también. -Creo que es un poco tarde para ello- le respondió, mirándola, y pensando en ir a buscar la bandeja que todavía estaba a la puerta de su habitación.

-Está bien, está bien, comeré delante de ti para que te quedes tranquila- agregó, bajando ya por las escaleras y cuidando que aquellos tironeos no llegasen a ser tantos como para que perdiesen el equilibrio y tropezasen precipitándose escaleras abajo. Sin embargo, sí tenía claro que aquel gesto en ella le gustaba, más aún porque demostraba poco a poco que sí podía ser la chica que había conocido anteriormente.
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Mensaje por Rosie Connelly Dom Sep 23, 2012 7:34 pm

-Gracias por eso.- Dijo ante sus consideradas palabras respecto a cenar únicamente por la razón de hacerle sentir tranquilidad. Tan pronto como vio la entrada a la cocina, lo soltó y alzó las manos a la altura de sus hombros, con las palmas a la vista. – Espera…no, mejor ve a la cocina, voy por tu bandeja y regreso.- No alcanzó a terminar de decir eso cuando ya estaba girando para salir corriendo. - ¡No demoro nada!- exclamó, sin dudar en ningún minuto que él haría lo que ella pidió.

Al inclinarse a coger la bandeja frente a la puerta que daba a la habitación de Gunnar, supo que estando junto a él, todo estaría bien. Consciente de esto, se levanto y, simplemente aceptó lo que había deseado tan desesperadamente desde que la alejaron de casa.

-Listo.- avisó ya en la entrada a la cocina. Luego de dar su aviso, ingresó con la bandeja en ambas manos que depositó sobre la mesa para después, llevar su plato al microondas y ponerlo a calentar. Mientras tanto, ella regresó a la silla en que se había sentado tan sólo un par de minutos atrás y desde allí observó a Gunnar. Su tranquilidad y confianza la asombraba, igual que la primera vez que lo vio.

El microondas sonó, en aviso de que su plato estaba listo. Sin demorar nada, se levanto de un salto y corrió a tomarlo, en primera instancia lo soltó con la misma rapidez. De despistada, no reparó en que no sólo los gnocchi iban a subir de temperatura, sino también el plato. Por ellos, estiró las mangas de su blusa y tomó el plato de esta forma, protegiendo sus manos con la tela. Depositó el plato en la mesa y quitó los cubiertos de la bandeja para dejarlos a un costado de su cena.

-Huele bien, aunque no tanto como los que hacía ella.- comentó sentándose en otra silla mirando nada en especifico y sin volver a decir que esa “ella” era su abuela fallecida. Trago con dificultad por el nudo que volvía a ceñirse en su garganta y con ello sonrió.- La primera vez que cociné esto fue un desastre. –Confesó ignorando el tono rosa que tiño sus mejillas- Fallé en todo, tanto en la masa como en la temperatura del agua y al final termine con una sopa de algo que mi nonna estuvo comiendo durante 3 días.- una burbujeante carcajada surgió desde el fondo de su pecho.- No quería hacerme sentir mal por tirarlos a la basura. – Con un suspiro sus ojos volvieron a opacarse un poco, fijos en el centro de la mesa.- Me imagino que…- alzando la vista a él y con una sonrisa traviesa, agregó-con lo que acabo de decir, te comerás hasta el último gnocchi, ¿verdad?- bromeó conteniendo otra risita.
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Mensaje por Gunnar Byström Miér Sep 26, 2012 11:24 am

Estuvo a punto de negar con la cabeza por el agradecimiento que le había dirigido, ya que no le veía realmente la razón para que le diera las gracias por ello. Después de todo, al final de cuentas era ella la que le estaba haciendo un favor a él y no viceversa. Ella había cocinado y estaba compartiendo de lo que había hecho con él. Claro que tenía claro que los ingredientes para la preparación habían sido provistos por él, pero hasta donde él lo veía, aquello no tenía nada que ver con aquel agradecimiento. Sin embargo, no dijo absolutamente nada y se dejó llevar con tranquilidad, una que no había sentido en mucho tiempo.

-Te espero-
se encontró diciéndole, sabiendo que era completamente innecesario hacer ese tipo de declaración pero sin poder evitarlo, dándose cuenta de que una parte de él le decía que se refería más que a la espera hasta que trajeses la comida. Pero no podía permitirse pensar así, por lo que sacudió la cabeza, apartando esos pensamientos de su cabeza.

En lugar de simplemente acomodarse en el puesto que usaba al comer en la cocina, se puso a ordenar un par de cosas en el intertanto correspondiente a la espera. Después de todo, sabía que se sentiría incómodo de que lo encontrara sentado esperando que le sirviese. Esto no era el restaurante, y no quería emular la situación tampoco.

Asintió con la cabeza cuando ella llegó con el plato y dejó el orden de las cosas para después, sentándose frente a Rosie, tratando de concentrarse en algo que no fuera ella y por esa razón mirando constantemente hacia el microondas, pero aún así notando la dificultad de su propósito. Finalmente el aparato dio la señal de que el proceso había finalizado y que el plato estaba listo. Ella se levantó con presteza y se apresuró en tomar el plato del interior, quemándose los dedos. -Ten cuidado- le pidió, notando la entonación casi suave de su voz y que se había separado unos centímetros de la silla al ver el daño que se había hecho. ¿Pero qué era lo que le estaba pasando?

Rosie tenía razón, el aroma de la comida era muy bueno, tanto que le abrió por completo el apetito. -No conocí a tu abuela- empezó a decirle, una vez que ella hubo terminado con lo que decía. -Pero esto está muy bueno- reconoció cuando hubo probado los gnocchis. Por supuesto, una gran sonrisa se había dibujado en su rostro cuando ella se había reído. Casi no se reconocía. -Me comeré todo, no te preocupes por eso- le prometió.
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Mensaje por Rosie Connelly Mar Oct 02, 2012 6:46 pm

“Ten cuidado”, escuchó tras ella, junto al sonido de la silla al correrse, como si se hubiese puesto de pie con la expresa intención de socorrerla. Su voz cargada de contenida preocupación fue cálida, casi como una caricia. Dulce y balsámica.

-Más te vale,- comentó ya sentada, haciendo caso omiso al dolor proveniente de las yemas de los dedos- o me traumarás y me temo que últimamente es más fácil de lo que me gustaría reconocer.- le contestó, sintiéndose lejos de estar firme como una muralla. Se pasó una mano por el pelo desviando los ojos a un insignificante detalle de la mesa de madera, que recorrió con la yema de los dedos, distraídamente. -Te habría agradado…- susurró disfrutando de su viril sonrisa, que guardó en su memoria. –En realidad, a cualquiera. – agregó con una tímida sonrisa que iluminó su mirada- Jamás habló mal de nadie y cada vez que tenía que corregir a alguien por alguna maniobra equivocada en su jardín, la cocina o cualquier otra zona de casa, incluyéndome, siempre lo hizo de la manera más gentil, por eso la querían mucho... – con un fruncimiento de ceño que arrugó su lozano rostro, recordó las enseñanzas de su estricto padre- Papá decía que la mejor manera para hacer que los empleados trabajen al 100% de sus capacidades era siendo estricto, casi como dentro de un campo militar, pero viendo la manera en que la miraban los demás, las palabras de afecto con que se referían a ella, tanto mientras estaba en vida como durante el velatorio… me enseñaron que él estaba sumamente equivocado.

Habiendo terminado de decir aquello, simplemente lo contempló sin tomar recato en dejar de mirarlo mientras comía por un asunto de educación. El irradiaba soledad, una tremenda soledad, y mucho antes de que él le hiciera un par de confesiones sobre su vida, supo por instinto, que su soledad era mucho mayor que la de ella y que su dolor estaba oculto tras capas y capas de grueso hielo. Si bien, estando en su hogar junto a nonna, creyó sentirse relativamente sola, desde hace unos meses, había experimentado lo que era esta en realidad, cómo te hacía sentir diferente y por lo mismo, esa tarde que lo vio en el restaurante de la señora Donovan, no fue capaz de quedarse quieta. Esa tarde necesito abrazarlo y ahora era él quien la había abrazado, no en el sentido literal, más bien, simbólico, alejándola del burdel y dándole la oportunidad de ser libre, porque él lo había dicho y se lo estaba demostrando con la forma en que no le imponía absolutamente nada. Después de todo, lo último que necesitaba era estar a manos de alguien que apenas conocía, creyéndose el cuento de haberla rescatado y por consiguiente, de ser la persona a la que ella le debía la vida, pero en el fondo, sabía que era así, y el hecho de que él no dijera nada al respecto, de que no se jactara de nada, ni siquiera haciendo comentarios sobre el dinero invertido en su “rescate”, le tranquilizaba.

Por supuesto que la situación era la misma que quiso evitar luchando con garras y dientes. Ahora se encontraba en nuevo territorio desconocido, junto a él, un hombre adinerado, poderoso y fuerte, el que fácilmente la superaba en unos 30 kilos si es que no eran más. Por esto, la ventaja sobre ella era terrorífica. Si el quisiera, podría hacerle cualquier cosa y nadie acudiría a ayudarla. Podría drogarla y si lo hacía…Movió la cabeza con decisión. Él no la lastimaría. Con esto vino una oleada de temor. Si, confiaba en él y en verdad no había razón para hacerlo. No sabía el motivo principal de querer ayudarla y se moría de ganas por saber esto, pero no esta noche. Por ello y dada su naturaleza curiosa, decidió hacer otra pregunta, pero en el fondo, también vinculada a su duda principal, sólo que más ambigua y cuyo propósito era saber un poco más de él:

- ¿Eres realmente protector o simplemente te divierte y hace sentir poderoso que se haga tu voluntad?- Preguntó con mirada ingenua, apartándose mechones de cabello castaño de la cara con un movimiento de la mano. Aquel gesto era un hábito inocente que repetía desde que se había cortado el cabello, porque las ligas no alcanzaban a sujetarlo en una coleta. - Ya sabes, ego masculino y esas cosas.
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Mensaje por Gunnar Byström Jue Oct 04, 2012 5:06 pm

Estaba de buen humor, en un estado en el que no se había encontrado desde hace muchísimo tiempo, de tal manera que incluso llegaba a asombrarse a sí mismo, desconociéndose. No era que su vida fuera la de un gruñón que no se divertía ni nada parecido, sino que el tipo de diversión al que se suscribía era extremadamente distinto a lo que estaba experimentando en esos momentos, y si era sincero consigo mismo tenía que admitirse que incluso había creído que algo así era simplemente cosa de un pasado que ya no volvería y que creía no extrañar en lo más mínimo. Y era cierto, no lo extrañaba, no en el sentido de que extrañase las circunstancias que le habían hecho sentir así en tiempos anteriores, pues eso estaba ligado a su ilusión de felicidad junto a quien fuera su esposa y aquello era algo que incluso llegaba a despreciar, pero tampoco podía negarse que, siendo a la vez similar en algunos aspectos, era igualmente distinto en una manera diametral. Y, en conjunto, no era realmente tranquilizador el entender que Rose fuese capaz de ejercer ese tipo de influencia sobre él. Sin embargo, tampoco podía forzarse a sacarla de su vida, que era peor aún, de alguna forma, que la alternativa.

Suprimió una risa que amenazaba con escaparse entre actividad bucal producto de la supuesta coacción de parte de ella, pero fue cosa de escuchar la segunda parte para que cualquier tentación de risa se le escapase e incluso su sonrisa, la sonrisa que ella misma había ocasionado, disminuyese al pensar en a lo que se refería cuando hablaba de la facilidad que tenía para traumarse, obviamente cayendo en la situación que había vivido al haber estado en el Velvet en una condición por lo demás precaria y con la incertidumbre siendo parte de su día a día. ¿Cómo era que podía bromear con eso? Porque no podía tampoco concebir que lo dijera con intención de hacerle sentir mal con eso, no podía simplemente reconciliar esa idea con la imagen que tenía de ella, incluso después de su defensa final en la que había dejado ver aspectos de su personalidad que hubiera preferido que no hubiese tenido que experimentar. Se sintió un poco más aliviado al ver que el tema no se quedaba ahí, sino que continuaba adelante, en más de un sentido, hablando de otros temas, en particular ahora de su abuela. Por su parte, él no podía apartar sus ojos de ella y de sus pequeños gestos, como si estuviese haciendo uso de algún tipo de magneto con ese fin. -Suena como una anciana muy agradable- comentó, a la pasada, sin hacer mención alguna en dirección a su padre, pues tenía un muy mal concepto en ese respecto, particularmente por la información que manejaba en cuanto a él, quien había sido el responsable directo de que Rosie hubiese terminado cayendo en el Velvet.

Esta vez fueron los ojos de ella los que, alzándose, se clavaron en él, en los suyos. No era lo suyo el sentirse intimidado, y en realidad no era que realmente tuviese una razón para hacerlo en esos momentos, pero le resultaba muy difícil mantenerle la mirada. ¿Es que tenía algo que ocultarle? Nada que no se estuviera ocultando a sí mismo, y quizás ahí estribaba aquella dificultad. Finalmente tuvo que apartar la mirada, tomando como excusa el hecho de mirar su comida para no mirarla por apenas unos segundos aunque fuese, sintiéndose tan tonto por todo ello que estuvo a punto de que se le subieran un poco los colores, cosa que afortunadamente no ocurrió o sino que las cosas sí que habrían empeorado en su fuero interno. Y cuando la alzó nuevamente se encontró con la de ella en el mismo lugar. Afortunadamente, o así lo consideraba él, su rostro no cambiaba tan fácil de expresión, o al menos eso consideraba él, y la sonrisa que le dirigió no llegó a ser incómoda.

No llegó a entender, por otra parte, la razón por la que ella movía la cabeza de manera tan decidida en negación, y una de sus cejas se elevó levemente, como indagando en la razón para ello, comprendiendo apenas que estaba ligado con algún tren de pensamientos por el que había estado pasando. Y entonces vino una pregunta que no se esperaba, que ni siquiera él se había hecho a sí mismo pero que ahora necesitaba responder. Terminó de masticar el bocado que tenía en su boca, casi uno de los últimos, y se limpió con una servilleta antes de contestar.

-No creo que pueda clasificarme en ninguno de esos dos lugares. Al menos no en este caso en particular. Si lo que quieres es una razón para haberte sacado de aquel lugar, creo que la única que puedo darte es que no quería que terminases convirtiéndote en alguien... como yo-
terminó diciendo, esto último con cierta dificultad. Prefería no dar explicaciones dentro de lo posible, pero ante aquella mirada que le dirigía era difícil resistirse.
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Mensaje por Rosie Connelly Vie Oct 05, 2012 8:43 pm

A pesar de que tenía los ojos abiertos, se cuestionó si efectivamente estaba despierta o en un mal sueño, uno en el que Gunnar pareció romperse en pedazos ante sus ojos. En ese preciso momento, Rosie se levantó un poco de la silla, inclinándose hacia adelante, sin darse cuenta que lo había hecho, hasta que levanto la mano, para ahuecarla en su mejilla.

Se arrepintió muchísimo en haber hecho esa pregunta, pero como de costumbre, habló sin pensar en lo que podría generar, y por la dificultad con que él dijo lo último, comprobó que no había hecho bien. ¿Él se veía y sentía como un monstruo? –¿Porqué dices eso?- preguntó pasando el pulgar por su mejilla, preguntándose si ya había olvidado que esta noche era la segunda vez que la rescató de una situación de vida o muerte.- Yo no veo nada malo en ti como para no querer convertirme en alguien como tú.- murmuró ella, con el corazón contraído por la tristeza que le produjeron sus palabras.

Rosie negó con la cabeza y se obligó a sonreír.

-Has salvado mi vida... dos veces.- Estas palabras no reflejaban la enorme gratitud que sentía hacia él. En silencio regresó a la silla, apartó la mano de su rostro y bajando la mirada al regazo en donde juntó ambas manos. Desde esa posición intentó comprender el motivo para que alguien como él dijera eso. Tal vez en esta misma situación pero con otra persona, habría dudado respecto a la sinceridad de sus palabras, cuestionando si era una táctica para que ella bajara la guardia o algo así. -Antes de que salieras de tu habitación, me puse a pensar en muchas cosas, todas relacionadas con todo lo que está mal conmigo- negó pasando el dorso de la mano por un ojo evitando que la humedad que fue acumulándose en sus ojos volviera a surcar su mejilla-, me lo pregunté por… - exhaló pesado.- lo del burdel y otras cosas que ocurrieron antes de llegar a Finlandia… y eso me hizo pensar que tal vez la del problema soy yo, o sea, ¿cómo es posible que fuera … da igual. El asunto es que al menos tú no estás mal. Como creo que te dije esa vez en el restaurante que estás lastimado, pero aun así mantienes un corazón bondadoso y eso te hace una gran persona. Son nuestras acciones las que nos definen. Y permíteme señalar que hoy has sido más para mí de lo que mucha gente que amé nunca fue. Tú, Gunnar Byström, te has convertido en mi héroe.

Antes de que él apareciera esa noche en el restaurante, probablemente habría muerto a manos de los maleantes. Hasta antes de encontrarse con su profunda y penetrante mirada azul, se sentía completamente sola e invisible para los demás. Nadie la veía realmente y nadie se preocupaba por su desesperación, pero Gunnar la vio, y a pesar de su constante negación a recibir ayuda por miedo a involucrarlo en el torbellino de violencia que la rodeaba, él siguió sin que ella supiera, y finalmente, rescato. Lo que él no sabía era que cuando la sacó del Velvet, no sólo rescató su cuerpo, sino también su corazón que creyó apagarse en un abrir y cerrar de ojos.

-Por eso no voy a permitir que veas un monstruo o alguien defectuoso donde no lo hay.- Después de decir esto con voz firme, suavizó su rostro con una cálida sonrisa y gesticuló hacia las 4 o 5 bolitas de gnocchi que quedaban en su plato- Tampoco que dejes restos. Los hice con dosis extra de cariño, así que te hará bien. Y en el caso de que efectivamente seas un monstruo, yo debo ser algo mucho peor, por eso podríamos formar el "Club de los Seres Tenebrosos", ¿qué le parece Sr. Frankie?- bromeó, cruzando los brazos sobre el pecho.
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Mensaje por Gunnar Byström Mar Oct 09, 2012 8:35 pm

Negó para sí mismo, sin exteriorizarlo, pues ya había sido demasiado lo que había dejado expuesto de sí en la respuesta que le había dado, incluso controlando su voz para que ésta no demostrase lo mucho que había escarbado dentro de sí para darla. Pero por supuesto, incluso con todas esas precauciones, nada era suficiente como para evitar que Rosie se diese cuenta de lo que acababa de ocurrir, y él pudo ver ese reconocimiento en los ojos de la chica, haciéndole arrepentirse de haber dejado su guardia bajar incluso por ese centimétrico espacio... antes de que, sin aviso alguno, ella se inclinó hacia él, poniendo su mano sobre su mejilla. No estaba preparado para eso, y no tenía una respuesta para ese tipo de interacción en ese contexto, así que lo único que pudo hacer fue dejarse hacer, cerrando involuntariamente los ojos y sintiendo la textura de los dedos de la chica, cálida y despidiendo un olor casero, aquel del detergente lavaplatos que había usado, apenas eclipsando el que era su aroma natural.

¿Por qué había dicho eso? Sabía que era lo que tenía adentro y que había pujado para salir, pero el por qué... -No lo sé, ¿porque es cierto?- respondió, pero sí sabía por qué lo había hecho, en el fondo. La respuesta era simple, sin complicación alguna, directa: lo había dicho porque ella se lo había preguntado y él había dejado que la respuesta se filtrase a través de su armadura como si ésta hubiera consistido de un material poroso. Había sido por ella, que había tenido el poder de permitirle una sinceridad a la que no estaba acostumbrado y que ni siquiera estaba seguro de querer enfrentar. -No me conoces, Rosie. Me has visto dos veces, y en esta ocasión tenías tus defensas altas, como quizás las tendrías todo el tiempo si me vieras como realmente soy- continuó, finalmente abriendo los ojos y fijándolos en los de ella. El que hubiera salvado su vida no implicaba que fuese una buena persona, pues una muestra de bondad no aplacaba cientos de sus opuestos, y bien sabía él cómo se había ido vengando en las mujeres del Velvet por lo que su ex-esposa le había hecho con humillación tras humillación, siendo la única razón por la que no había comprado una esclava con anterioridad el hecho de que no quería mantener en su hogar a alguien de ese género, no solamente a base de humillaciones sino también sosteniendo su vida. Ni siquiera estaba seguro de si aquella postura, aquel modo de vida iría a cambiar de alguna manera ahora que Rosie estaba ahí. Sabía que jamás se permitiría hacerle cualquier cosa a ella, simplemente porque ella era... pura, infinitamente más pura de lo que él podía haber sido, y no había manera de que se atreviese a profanar aquella pureza, por la sencilla razón de que no merecía siquiera aquel toque que le había prodigado, toque que había terminado por cesar.

Negó con la cabeza cuando escuchó lo que le decía ella en cuanto a lo que podía estar mal con ella, porque él sabía el trasfondo de todas aquellas preguntas que se hacía, lo sabía por los expedientes que había visto y por ello no hacía falta que nadie le dijese que ella no tenía la culpa de nada. Pero no pudo interponer aquellas palabras porque no quería interrumpirla, así que esperó a que ella terminase antes de decir cualquier cosa. -Quizás tengas razón en que estoy lastimado, pero eso no es justificativo para nadie, al menos eso es algo que supe cuando era diferente. No soy ni una gran persona ni un héroe, Rosie Connelly- afirmó, sin decirle, porque no podía exponerse a ese nivel, que su presencia le hacía querer serlo, al menos llegar a ser el tipo de persona que ella pensaba que era. Después de todo, ¿cuánto le iba a durar eso? Lo más probable es que simplemente se diese mientras la tuviera en su vida, y eso no podía durar mucho. Ella se iría tarde o temprano, tenía todo el derecho de hacerlo, y sus defensas se alzarían de nuevo. Y, al fin y al cabo, ¿cómo iba a impedir ella que se viese como lo hacía? En contraste con ella, su vida desde el divorcio hasta ese momento se podía ver en toda su amargura e insensibilidad, desquitándose en otras personas por lo que le había tocado vivir.

Terminó con lo que quedaba en su plato con un esbozo de sonrisa que sí era real, pero no alcanzaba a ser tan abierta como sonrisas anteriores, a pesar de tener la sonrisa de ella a la vista. -Tú no eres ningún monstruo, Rosie. Has estado rodeada por ellos, tal vez- le dijo, soltando algo parecido a un suspiro y poniéndose de pie mientras limpiaba su boca con una servilleta. Sin esperar a ver si ella lo seguía se encaminó al garage y momentos después volvía, depositando delante de ella las carpetas con su expediente, donde se explicaban detalles de su vida, cómo su padre la había dado como forma de pago, incluso con notas de su ginecólogo en Italia después de que había terminado con su novio, y una declaración jurada de su padre de que se había asegurado de que después de esa relación no se le acercase ningún chico. Estaba todo ahí, incluso su pasaporte.
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Medidas extremas para situaciones extremas [Gunnar] Empty Re: Medidas extremas para situaciones extremas [Gunnar]

Mensaje por Rosie Connelly Jue Oct 11, 2012 1:03 am

La seguridad con que daba a entender que debía estar a la defensiva con él, le dio escalofríos. Gunnar realmente se veía como un monstruo, y de serlo, ¿por qué seguía viéndolo como el héroe o príncipe del cuento?. No iba a seguir batallando respecto a esto, después de todo, al menos por esta noche no conseguiría nada más. Ambos estaban cansados y él no iba a dar su brazo a torcer, no iba a eliminar la imagen que tenía de si mismo porque alguien como ella le dijera que no era lo que creía ser. Por esto, se lo demostraría, pero no en una noche.

-Diferente…- repitió, meditando sobre ella, escuchando su negación a ser considerado un héroe o una gran persona. Esto no se relacionaba con la modestia. Tampoco dijo nada al respecto, recobrando una sonrisa al verlo acabar con su cena que se apagó con sus palabras. Lo escuchó suspirar, sin poder descifrar si era cansancio, malestar u otra sensación que lo condujo fuera de la cocina, dejándola sola. Sin perder tiempo se levanto a recoger el plato y los cubiertos que lavo de inmediato.

Al oir sus pasos otra vez en dirección a la cocina, se contuvo para no mirarlo por sobre el hombro mientras secaba los trastos. Terminada su labor, regresó a la mesa, encontrándose con una carpeta con varias hojas por lo que se podía ver en el grosor. De esta paso a mirarlo a él, como preguntando en silencio la finalidad de eso ante ella, y ante su quietud y silencio, abrió la carpeta, encontrando en la primera página su fotografía con su nombre y otros datos. Callada y sin apartar los ojos a esa pagina, tanteó con una mano la silla más cercana a ella y se sentó.

-¿Qu…- tragó con dificultad, cambiando la página, para dar con otra más hablando de su vida, detalles que no tendrían porqué estar escritos o impresos y a manos de nadie. Su corazón pareció dejar de latir al encontrar al final de la segunda página una firma. Una firma que había visto desde su infancia e intentado de imitar por la elegancia de esta. La firma de su padre. – No es cierto.- Negó sin querer leer más, pero la necesidad de saber fue superior al dolor, cambiando la página y encontrándose con la misma firma de su padre, más un escrito a mano alzada con su letra, de cómo sucedieron las cosas y la destitución de todo vinculo con ella, evitando así cualquier tipo de rescate o protección por parte de ellos.

Ahí lo tenía, la prueba fehaciente de la inexistente preocupación o vinculo con ella. Lo supo desde siempre y aun así lo necesitaba para seguir adelante, pero dolía, dolía endemoniadamente, obstaculizando su respiración, por lo que terminó dando pequeñas inhalaciones por la boca, obligando a sus pulmones a seguir trabajando. Con ojos apagados, miró la página siguiente y lo que leyó le hizo palidecer. No sólo su padre había firmado y dado testimonio de ella, con datos sumamente íntimos, también gente externa, como su ginecólogo. ¿Sabría… era legal? Se pregunto dolida e impotente.

-¿Leíste mi expediente?- preguntó pausadamente, con un hilo de voz y la cabeza gacha, ocultando el rostro tras su cabello como cortina dorada. Su mano derecha recorrió una y otra vez las líneas que constituían la firma de su padre, advirtiendo para sí misma que esta era mucho más familiar que su voz o rostro. Con una tensa sonrisa, soltó un suspiro. –Lo hiciste.- respondió. - ¿Por qué? - inquirió varios segundos después, mirando vagamente por la mesa, absorta en sus pensamientos.

¿Era necesario mostrarle esa información? ¿Cómo tenía la desfachatez de hacerlo cuando aún no se sentía con la suficiente fuerza para afrontarlo? Sabía que no quería lastimarla, pero de todas maneras se sintió humillada y destrozada con las pocas páginas leídas. En silencio cerró la carpeta y se puso de pie. Alzó la vista y le estudió por un momento. Ella pudo enterarse de la existencia de dicha carpeta cualquier otro día, cualquiera, no hoy. Por lo mismo, no iba a perdonarle haber empequeñecido el dolor y la magnitud de esta información.

- ¿Tenía que ser hoy?- Pregunto finalmente con notoria congoja, abrazándose a si misma, en un intento inconsciente de querer evitar romperse en mil pedazos.- En algún momento ¿pensaste en lo que significaría para mi saber esto?- inquirió obligándose a mantener la compostura, tal cual le inculcó su nonna.

Él dijo que tal vez los monstruos estaban alrededor de ella, pero con lo que había visto, él estaba equivocado. El monstruo seguía siendo ella. No por nada habían realizado todas esas tramitaciones para alejarla del lugar que consideró su hogar por sus 19 años de vida.
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