El tiempo pasa y las
cosas cambian
La vida no te prepara para ese tipo de situaciones, porque se supone que lo muertos no regresan de sus tumbas. Pero él no estaba muerto. Ahora lo sabes y solo puedes lamentarte por no haberte asegurado bien de aquello. El tiempo de quejas ha quedado atrás y no puedes lamentarte más por eso, porque es pasado y el pasado debe quedase muerto y enterrado. Y esta vez de forma definitiva.
Empiezas a sentir la sangre bañando tus blanquecinas manos mientras el sonido de los disparos retumban en tu cabeza y el frío tacto de la empuñadura del arma deslizándose regresa a ti. Sabes a la perfección que de tener la oportunidad de corregir esa parte de tu vida no lo harías, al contrario, más que gustosa volverías a jalar del gatillo para asesinar a tu para nada querido hermano. El muy cabrón se lo merecía. Tú solo le hiciste un favor a la humanidad. ¡Claro! ¡Un favor que gustosa habías realizado!
Todo cambio esa noche en la cual debías ir a ver un cliente a su mansión. Tu hermano aparentemente muerto, estaba vivo y era jodidamente rico, ¿Cómo no serlo si era miembro de la mafia y dedicarse al tráfico de drogas, trata de blancas y todo tipo de cosas relacionadas?
Cierras los ojos sientes como cada uno de los segundos vividos en aquella casucha te golpean uno tras otro, como si de piedrazos se tratara. El olor a sangre derramada llega a tus fosas nasales, pero no llega sola, sino que viene acompañada por ese sudor frío que recorre tu nuca parte del pálido rostro del cual eres poseedora. Aun con los ojos cerrados empiezas a recordar todo:
Ambos comenzaron una discusión que inmediatamente termino en una pelea de supervivencia. Tenías pocas posibilidades de salir viva del lugar. Lo sabía él y lo sabías tú. Entonces haces lo único que se te viene a la mente en ese momento, te abalanzas sobre tu hermano para quitarle el arma. Empezando a forcejear durante minutos que bien pudieron ser horas, pero logra hacerte de la victoria, consiguiendo la pistola. Ahora eras tú quien tenía el poder. Sin dudarlo y sin titubear dispara dos veces contra Thomas, dándole justo en el estomago, lo miras desangrarse lentamente mientras una enorme sonrisa se extiende por tu rostro, te acercas a él y lo miras con superioridad, pero sobre todo con profundo odio y desprecio. Te agachas, colocas el arma justo en la sien del hombre y jalas el gatillo dando un último tiro certero en la cabeza, aniquilándolo por completo.
El vacio que siempre sentiste finamente se ha llenado. Finalmente el miedo puede irse. Sacas el celular del pequeño bolso de mano y llamas a un agente de policía .corrupto, por supuesto- que es cliente tuyo y le pides ayuda para salir limpia del asunto -cosa que logra con éxito rotundo-, prometiendo una buena gratificación una vez que hayas hecho de toda la fortuna de tu hermano -valuada en más de cien millones de dólares-. Ahora es turno de llamarle a otro cliente que te es fiel y cumple todos y cada uno de tus caprichos. Una vez más logras tu cometido, así que ahora eres tú quien es asquerosamente rica. Y todo sin tener que hacer algo…. por supuesto, algo que no valiera la pena.
¿Pero qué hacer con tanto dinero? Solo tienes una cosa muy clara. No regresaras a ser la ramera de nadie y con eso, mucho menos su puta. Con eso decides hacerte socia del burdel en el cual trabajas: El Velvet 69. Para tu sorpresa, la oferta fue aceptada y ahora solo disfrutas de la nueva oportunidad que la vida te ha brindado o que más bien, tú misma te ha creado. Finalmente las cosas marchan como siempre debieron de ir.
